gestos

Artículo CXIII. De los gestos de los ojos y del rostro.

No hay pasión alguna que no sea revelada por algún gesto de los ojos (…). Pero, aunque estos gestos de los ojos se adviertan fácilmente y se sepa lo que significan, no por eso es fácil describirlos, porque cada uno se compone de vanos cambios que se producen en el movimiento y en la forma de los ojos, y son tan particulares y tan pequeños que no puede percibirse cada uno de ellos separadamente, aunque sea fácil de notar lo que resulta de su conjunto. Casi lo mismo puede decirse de los gestos del rostro que acompañan también a las pasiones; pues, aunque son más grandes que los de los ojos, es asimismo difícil distinguirlos, y son tan poco diferentes que hay hombres que ponen casi la misma cara cuando lloran que cuando ríen. Cierto es que algunos signos del rostro son bastante evidentes, como las arrugas de la frente en la cólera y ciertos movimientos de la nariz y de los labios en la indignación y en la burla; pero parecen ser más voluntarios que naturales. Y generalmente el alma puede cambiar todos los gestos, sean del rostro o de los ojos, cuando, queriendo ocultar su pasión, imagina intensamente una contraria; de suerte que lo mismo podemos servirnos de los gestos para disimular nuestras pasiones que para expresarlas.

R. Descartes, Tratado de las pasiones del alma (1649)

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Modigliani, Jeanne Hebuterne sitting (1918)

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