y saliva y lágrimas

Suzanne Lacy: Three Weeks in May (1977)

 

Llegamos tarde. Antes de despedirse Laura dice que todo ha ido bien: han visto una película y ahora está dormido. Es una buena chica y a Pablo le gusta.

Mi cabeza está a punto de estallar. Miro la pastilla efervescente mientras se disuelve. La revuelvo con la cucharilla y la trago, de un solo sorbo.

[¿Los dos habían bebido en la fiesta?]

Me quito la ropa que huele demasiado a humo de tabaco, qué asco, a cansancio y seguramente a aburrimiento. Hace tiempo que me aburren estas fiestas en las que ni una sola de las personas reunidas dice la verdad. Se parece cada vez más un baile de disfraces con ropa de calle. Me pongo una camiseta. Tú ya estás en cama.

«Que descanses», te digo antes de apagar la luz. Tengo demasiado sueño estoy ya medio dormida cuando siento tu mano debajo de la camiseta bajando desde mi cintura hasta las bragas. Me muevo separando tu mano y me dices que estoy demasiado tensa

que me relaje

mientras hundes tus manos en mi cuerpo y repites

relájate cariño venga qué pasa nena

(¿desde cuándo me llamas «nena»?)

y hundes tus dedos en mí

(en un cuerpo no diferente a los demás cuerpos que late involuntariamente como lo hace cualquiera (porque si lo pensara y con un segundo de conciencia puedes creer que bastaría se pararía en seco si pudiera saber lo que iba a suceder)) y me vuelvo

«Para, Julián, déjame dormir, ahora no.»

[Dije no. No estaba tan borracha como para no poder decirlo.]

lo repito cada vez más despierta mientras intento separarte otra vez y me susurras que me relaje

venga sé buena cariño

y empiezas los rituales en los que ha quedado abreviado el encuentro de nuestros cuerpos en los últimos meses y ahora el mío es un terreno que sientes de tu propiedad

venga cariño

dices y me bajas las bragas y me separo definitivamente del sueño sin entender por qué no me estás haciendo caso y te pones encima y te siento ya dentro y yo aparto mi cara la aparto de tu boca pero no consigo deshacerme de ti que cada vez me penetras con más fuerza y te pido que pares por favor para

«Te estoy diciendo que pares.»

[Pero ¿gritó usted?]

tú no pareces escucharme y yo sigo intentando separarme cada vez más enfadada sin entender qué está pasando hasta que siento por primera vez

(nunca habías hecho nada parecido)

la palma de tu mano abierta sobre mi cara que es pequeña en comparación con la palma de tu mano abierta que parece una garra sobre una presa a la que le dices muy cerca a la presa que soy yo tan cerca que siento tu respiración mientras lo dices

estate quieta venga qué te pasa hoy sabes que te gusta venga cariño no te muevas

y aún me da tiempo a repetirte que lo dejes

«No, así no. ¿Qué demonios te pasa Julián? Hoy no, hoy, no. Para ya, te estoy diciendo que no quiero, déjame, por favor.»

[¿Entonces usted no gritó? ¿Por qué no gritó?]

pero tus manos en mis piernas han conseguido voltear mi cuerpo y estoy ya boca abajo y comprendo que no vas no vas a parar porque me has inmovilizado juntando bien tus piernas presionando mis caderas y cierro los puños repitiéndote que pares

por favor para

al oír el ruido del cajón de la mesilla y dices

no ves que no quiero hacerte daño cariño cállate que vas a despertar a Pablo

[¿Su hijo dormía en su habitación esa noche?]

venga lo hemos hecho cientos de veces pórtate bien

y siento tus dedos en círculo untando aceite entre mis nalgas y sé que no te vas a detener y no lo entiendo no lo puedo entender

[¿No gritó en ningún momento usted?]

que pares te suplico que pares que pares que se acabe de una vez de una vez deja hundiendo mi cara en la almohada

deja de latir ahora de latir tú

por favor

entre saliva y lágrimas lo pido con la cara que dice no dentro de una almohada cada vez más llena de lágrimas y saliva

deseo desaparecer

la cara ahogada en la almohada hasta que por fin siento el peso de un cuerpo que cae sobre el mío y la cara cada vez más adentro

casi desaparecida

quiero salir de la cama y dejar atrás mi cuerpo y la cama donde hay solo una almohada y saliva y lágrimas pero no consigo moverme y siento que me falta el aire

algo acaba de morirse y no soy yo

en cuanto te separas saco la cabeza fuera de la cama y vomito

restos de cena

el alcohol

quizás también la pastilla.

[Si hubiese usted gritado al menos, pero así. Sería difícil que prosperara una denuncia. Es su palabra contra la de él.]

 

Noelia Pena: La vida de las estrellas, La Oveja Roja, Madrid, 2018, pp. 135-138