la lógica

Edgar Degas, Bailarines en tutu verde (1880)

.

Sum, si fallor

 

La lógica parecía deseable,

no había motivo para dudas.

Para cualquier corazón tembloroso

la lógica parecía deseable.

Ordené el mundo,

mi pretendida inteligencia:

si p entonces q,

el principio de no contradicción,

modus tollens,

ex contraditione quod libet.

Tan lógicamente válidas

las acrobacias de aquella danza

circunscribieron mi universo.

El absurdo

cosquilleó  la palma de mi mano.

10/04/2009

libros

Los libros que necesitamos son aquellos que tienen sobre nosotros el efecto del infortunio,  que nos hacen sufrir como sufrimos por la muerte de alguien que queremos más que nosotros, los que nos hacen sentir que estamos al borde del suicidio, o perdidos en un bosque muy lejano a la civilización –un libro debería servir como el hacha para el mar helado que hay en nuestro interior.

Carta de Kafka a Oskar Pollak

género

Anne Sexton

(1928-1974)

Acompañada de ángeles

Estaba cansada de ser mujer,

cansada de cucharadas y cazuelas,

cansada de mi boca y mis pechos,

cansada de cremas y de sedas.

Aún había hombres sentados a la mesa,

en círculo alrededor del cuenco que ofrendaba.

El cuenco estaba lleno de uvas violeta

y las moscas lo sobrevolaban atraídas por el aroma

y hasta mi padre llegó con su hueso blanco.

Pero estaba cansada del género de las cosas.

Anoche tuve un sueño

y  le dije…

“Eres la respuesta,

Sobrevivirás a mi marido y a mi padre.”

En aquel sueño había una ciudad hecha de cadenas

en la que Juana era ejecutada con ropa de hombre

y la naturaleza de los ángeles seguía inexplicada,

no había dos de la misma especie,

uno con una nariz, uno con una oreja en su mano,

uno masticando una estrella y grabando su órbita,

cada uno como un poema obedeciendo a sí mismo,

haciendo las tareas de Dios,

un pueblo aparte.

“Vosotros sois la respuesta.”

dije, y entré,

tumbada a las puertas de la ciudad.

Luego ataron las cadenas a mi cuerpo

y perdí mi género neutro y mi aspecto final.

Adán estaba mi izquierda

y  Eva estaba a mi derecha,

ambos del todo incompatibles al mundo de la razón.

Entrelazamos nuestros brazos

y  cabalgamos bajo el sol.

Ya no era una mujer,

ni una cosa o la otra.

Oh hijas de Jerusalén,

el rey me ha traído a su cámara.

Soy negra y hermosa.

Me han abierto y desvestido.

No tengo brazos o piernas.

Como un pez soy de una sola piel.

No soy más mujer

que Cristo fue un hombre.

Febrero de 1963

Anne Sexton, Vive o muere, Vitruvio, 2008

(trad. Julio Mas Alcaraz)

[el original]

el corazón es la plaza

Jacobo Méndez Diez
Jacobo Méndez Diez. Mayo (2011)

Vicente Aleixandre

(Sevilla, 26 de abril de 1898 – Madrid, 13 de diciembre de 1984)

En la plaza

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

Vicente Aleixandre, Historia del corazón (1954)

los juegos

Nunca me resultó demasiado interesante el ajedrez, ni como metáfora ni como juego. No hasta conocer la historia del autómata jugador de ajedrez, historia que me vino a la mente al leer este artículo.

La historia es simple. Juegas contra el Muñeco y pierdes. También los listos pierden. El autómata siempre gana. ¿Cómo podía ser que tan burdo mecanismo venciese siempre? Edgar Allan Poe da una explicación precisa en “El jugador de Ajedrez de Maelzel”. Poe demuestra en el análisis de los movimientos del autómata en qué medida los resortes del juego son algo totalmente distinto a lo que aparentan ser. En la explicación es dejado atrás el juego. Despojada de sus adornos nos devuelve la imagen de una caja vacía.

Resuelto el misterio, desnudado el artilugio ¿podría quedar todavía alguna razón para seguir manteniendo la ficción de espejos? Cada vez se hace más evidente -Poe muestra minuciosamente hasta qué punto- la necesidad abandonar la ilusión del juego para empezar de verdad a pensar. Sólo así podremos llegar a producir nueva realidad -que ya no será juego-, como bien apunta Amador Fernández-Savater en la coda al final del texto.

Febrero, 2012

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estado y máquina de guerra: ajedrez y go

otras calles

Mercy Street

Intérprete: Peter Gabriel
Título: Mercy Street
Del  album «So» (1986)


for Anne Sexton

looking down on empty streets, all she can see
are the dreams all made solid
are the dreams all made real

all of the buildings, all of those cars
were once just a dream
in somebody’s head

she pictures the broken glass, she pictures the steam
she pictures a soul
with no leak at the seam

lets take the boat out
wait until darkness
let’s take the boat out
wait until darkness comes

nowhere in the corridors of pale green and grey
nowhere in the suburbs
in the cold light of day

there in the midst of it so alive and alone
words support like bone

dreaming of mercy st.
wear your inside out
dreaming of mercy
in your daddy(‘s arms again
dreaming of mercy st.
‘swear they moved that sign
dreaming of mercy
in your daddy’s arms

pulling out the papers from the drawers that slide smooth
tugging at the darkness, word upon word

confessing all the secret things in the warm velvet box
to the priest-he’s the doctor
he can handle the shocks

dreaming of the tenderness-the tremble in the hips
of kissing Mary’s lips

dreaming of mercy st.
wear your insides out
dreaming of mercy
in your daddy’s arms again
dreaming of mercy st.
‘swear they moved that sign
looking for mercy
in your daddy’s arms

mercy, mercy, looking for mercy
mercy, mercy, looking for mercy

Anne, with her father is out in the boat
riding the water
riding the waves on the sea

*

Anne Sexton (1928-1974) escribió el poema  45 Mercy Street (publicado póstumamente en 1976) al que hace referencia esta canción.

océanos

apollinairepicassostudio_Guillaume Apollinaire en el estudio de Picasso, boulevard de Clichy (1911)

Guillaume Apollinaire

(Roma, 26 de agosto de 1880 – París, 9 de noviembre de 1918)

OCÉANO DE TIERRA

 

A G. de Chirico  
 
He construido una casa en medio del océano
Sus ventanas son los ríos que fluyen desde mis ojos
Los pulpos pululan alrededor de las murallas
Oíd latir su triple corazón y golpear sus picos
___en los cristales
______Casa húmeda
______Casa ardiente
______Veloz estación
______Estación que canta
____Los aviones ponen huevos
____Cuidado se va a echar el ancla
Cuidado con el ancla que se arroja
Sería bueno que bajaseis del cielo
La madreselva del cielo trepa
Los pulpos terrestres palpitan
Y después somos tantos nuestros propios sepultureros
Pulpos pálidos de las olas gredosas oh pulpos de pálidos
__picos
Alrededor de la casa existe ese océano que tú conoces
Y que jamás descansa  

Apollinaire según:

chirico-portrait-of-guillaume-apollinaire-1914Giorgio de Chirico: Portrait prémonitoire de Guillaume Apollinaire (1914)

 

Marc Chagall. Homage to Apollinaire / Hommage à Apollinaire

Francis Picabia. Guillaume Apollinaire in 1913

Henri Rousseau. The Muse Inspiring the Poet. / La muse inspirant le poete

Francis Poulenc, sobre el poema de Apollinaire Il Pleut

…todos los campos son campos de batalla

 

wislawa_szymborska_Wisława Szymborska
(Prowent, 2 de julio de 1923 – Cracovia, 1 de febrero de 2012)

La realidad exige

La realidad exige que también mencionemos esto: la vida sigue. Continúa en Cannae y en Borodino, en Kosovo Polie y en Guernica. Hay una estación de gasolina en una pequeña plaza de Jericó, pintura fresca en los bancos del parque de Bila Hora. Las cartas se cruzan entre Pearl Harbor y Hastings, una camioneta pasa debajo del ojo del león de Queronea, y los florecientes huertos cerca de Verdún no pueden escapar al atmosférico frente que se aproxima. Hay tanto Todo que la Nada se esconde casi gentilmente. La música brota de los yates anclados en Accio y las parejas bailan en las cubiertas bañadas por el sol. Hay tantas cosas sucediendo siempre que deben estar pasando en todas partes. Donde no hay ni una sola piedra en pie vemos al Hombre de los Helados rodeado de niños. Donde Hiroshima estuvo Hiroshima está de nuevo, produciendo cosas para el uso de cada dia. Este terrible mundo no está desprovisto de encantos, de las mañanas que hacen inestimables los despertares. La hierba es verde en los campos de Maciejowice, y salpicada de rocío, como es lo normal de la hierba. Quizás todos los campos son campos de batalla, todas las tierras lo son, las que recordamos y las que se han olvidado: los bosques de abedules, cedros, abetos, la blanca nieve, las amarillas arenas, la gris grava, los iridiscentes pantanos, los cañones de negra derrota, donde, en tiempos de crisis, puedes esconderte debajo de un arbusto. ¿Qué moral sacamos de esto? Probablemente ninguna. Sólo la sangre fluye, secándose rápidamente, y, como siempre, unos cuantos ríos, unas cuantas nubes. Sobre trágicos pasos de montañas el viento vuela sombreros de cabezas inconscientes y no podemos evitar reír de eso.

*

CÁLCULO ELEGÍACO

CUÁNTOS de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).
No me es dado saber
Cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante)
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.

 

Wislawa Szymborska, Poesía No Completa, FCE, 202, p.319

algunos poemas más

[Te leeré siempre]



el final

Cada día, al ser remecido por el bache, Windisch piensa: “El final está aquí”. Desde que se propuso emigrar ve el final en todos los rincones del pueblo. Y el tiempo detenido para los que quieren quedarse. Y Windisch ve que el guardián nocturno se quedará ahí hasta más allá del final.

Herta Müller, El hombre es un gran faisán en el mundo

sobre Herta Müller

una reseña

La puerta de atrás


Es conocida la leyenda de Wu Dao Zi, ese pintor de la dinastía Tang que al acabar de pintar un cuadro, maravillado y por un impulso irresistible recorrió el camino serpenteante que bordeaba las montañas, aún fresca la pintura, entró en el cuadro y desapareció. Dicen otros que, en realidad lo que hizo fue pintar una puerta, traspasar el umbral y una vez dentro, la puerta se cerró para siempre.

Esta imagen ha sido rememorada por algunos artistas y pensadores para aludir con diferentes matices al misterio del arte, su secreto, lo mágico e incluso lo místico. Sin embargo, hay quien habló de otra puerta, la puerta de atrás. Si tomamos como ejemplo la escritura, por esa otra puerta también se podría entrar en el texto. Los silencios, las pausas, las elipsis no siempre son cuestión de estilo y es necesario saber que de quien escribe no se puede uno fiar, (¿por qué se callaría aquel señor lo que en realidad sucedió a Psaménito?).

Esto presupone, claro está, que esa puerta no se cierra nunca del todo, aunque con cerrojos bien sujeta se asegure y esconda tras de sí las llaves del candado.

Quizás de todo ello, podamos salvar la idea de que siempre hay una historia escrita detrás de la historia. Que toda lectura es ya interpretación. Y no menos cierto, que muchas veces somos nosotros mismos los que nos inventamos las puertas. Que hay interpretaciones que ni de lejos rozan la historia, que son ya otra historia.

más

y también

febrero, 2012

Secretos

Hace algunos años escuché la historia del profesor universitario que, por descuido, explicó a un grupo de segundo curso una de sus teorías, una muy original. Los escasos alumnos que asistieron a la confidencia del profesor no entendieron nada de aquella explicación. Simplemente siguieron la indicación dada al finalizar la clase: “esto que les he dicho, que no salga de aquí”. Y en efecto, de la teoría nada se llegó a saber, tan sólo algún alumno continuó riéndose pasados los años de la severidad de tal advertencia. Algo semejante debe suceder a algunos artistas, pues guardando celosamente su trabajo, prefieren que nadie los escuche ni contemple, no vaya a ser que se conozca su secreto.

Una forma de decirlo o Breve historia de mí misma

El campo verde
El cielo azul
En una tarde de verano
Todo lleno de luz

Nunca he sabido manejar las cuerdas de las emociones,
que tanta relevancia tienen en la vida.

Fui una niña sensible a las desgracias e infortunios de las guerras,
lloraba pensando en los niños que no comían ni iban a la escuela.
Aprendí a rezar y lo hacía con insistencia,
pero pronto sentí el desaliento hasta en las cosas más pequeñas.
Las muñequitas que con tesón recortaba,
y que bien vestidas tenía,
con sus trajes de celofán y purpurina,
al final, siempre se perdían.

Gracias a una considerable dosis de imaginación aprendí a volar.
Pero me vi obligada -volar no estaba bien visto- a poner piedras en los bolsillos que, poco a poco, se fueron llenando de agujeros.
Y comencé así a escribir versos.
En la escuela todos los niños me señalaban con el dedo y me hacían burlas y desprecios. Ellos no sabían volar.

Ya en la universidad aprendí las reglas de la argumentación,
a leer los grandes tratados sobre el ser, el ente, el infinito y la nada.
Aprendí lo imprescindible, digamos más bien poco, sobre epistemología, política, estética y ontología.
E hice, un buen día, un conjuro en una vieja olla de metal:
bien revuelto,
a fuego lento
me formé una imagen del mundo peculiar.

Pero aburrida de tanta abstracción, me dediqué a otras cosas:

Emprendí la búsqueda de unos versos de la infancia,
que yo daba por perdidos.

Comencé saltando una rayuela que una niña del barrio había dibujado en la acera.
Un señor de mirada profunda, que conversaba con las briznas de hierba y escribía poemas, me obsequió con su mapa.
Me señaló una montaña que, decían los entendidos, era mágica y me propuse, desesperada, subir a su cima.

Entré primero en un laberinto, luego atravesé un túnel
y finalmente llegué a una carretera perdida.
Guardé silencio por un tiempo pero conservé en mis bolsillos sus fragmentos.
Entablé amistad con un espantapájaros que leía sus versos en el tranvía y siempre,
siempre se reía;

Sembré unas flores que nunca llegaron a florecer, aquejadas de un gran mal, vaya usted a saber;
toqué con el dedo índice el ombligo de un limbo y sentí náuseas, temor y temblor.
Conocí, finalmente, a una mujer extraordinaria que también sabía volar y me mostró la dirección correcta que debía tomar.

Decidida, a pie, como la gente sencilla, llegué a la anhelada cima.

Encontré al tiempo tumbado en una hamaca.
“¿Es usted el tiempo?”, pregunté.
“Yo soy yo”, dijo severamente.
“Disculpe, señor, eso es una tautología.”
“No me vengas con tonterías,
¿a qué vienes?”
“Trato de recordar mis primeros versos”
“Pero si esos versos están ahí abajo”, señaló con su dedo.
Seguí la indicación y allí,
en un cuaderno estaban aquellos versos.
“Ahora que has encontrado lo que buscabas,
déjame descansar”.

Dejé el tiempo y bajé la montaña emocionada.
Eran tan sólo cuatro versos,
sencillos,
como la edad a la que habían sido escritos.
Combray, ya se sabe lo que ocurre en estas circunstancias,
regresó de repente.

Pero como todos los conjuros, el mío había prescrito y con él toda aquella imagen del mundo que me había formado con anterioridad:
sin darme cuenta, fui desaprendiendo los conceptos que me enseñaron en la universidad.
Fue un proceso lento.
Comencé hablando de las cosas sencillas, rechazando la idea de ser y la de ente y lo que es más grave, abandonando el rigor conceptual en los días de fiesta.
Pospuse en mis conversaciones las disputas,
los grandes diálogos
y las cuestiones metafísicas…
me quedé con lo imprescindible:
la lógica para rebatir una falacia
y un imperativo para el actuar moral.

Ahora me sobran las ocupaciones, a decir verdad.
Me he hecho amiga del señor que habla con la hierba,
Juego a la cuerda con la niña de la rayuela,
Leo versos en el tranvía
Y con los fragmentos de aquel silencio he escrito este poema
donde cuento cómo ha sido mi vida.

De vez en cuando echo a volar,
Pero no demasiado alto, no se vaya usted a creer.
Mi deseo sigue siendo ser una persona sencilla.

Como iba diciendo,
nunca he sabido manejar las cuerdas de las emociones
tan relevantes para la vida.

Siempre fui excesiva.
Tanto en el llanto como en la risa.
No se disculpe a nadie.
Ya no soy una niña.

septiembre, 2007