arco iris (i)

PAUL KLEE- Scheidung Abens (Separación por la tarde, 1922)Paul Klee- Scheidung Abends (Separación por la tarde, 1922)

El arco iris: caso único de una escala natural de colores puros que no sea plenamente de este mundo y aparezca al nivel de la atmósfera. Perteneciendo al dominio intermedio entre la tierra y el universo, este fenómeno alcanza cierto grado de perfección, pero no el grado último, ya que sólo parcialmente pertenece al “más allá”.

Pero también nuestro poder creador se encuentra, por sobre la imperfección del fenómeno, en condiciones de obtener, por lo menos, una síntesis del ser. Hay que suponer que lo que sólo nos llega como una apariencia defectuosa existe en alguna parte en la plenitud de su ser. Nuestro instinto de artista va a ayudarnos a concebir claramente este ser.

¿En qué consiste la insuficiencia del arco iris?

Paul Klee, Teoría de los colores

En Arturo Carrera: Noche y Día, Losada, Buenos Aires, 2005, p. 107

o el poema continuo

René Magritte- Intentando lo imposible (1928)René Magritte- Intentando lo imposible (1928)

Sé que los campos imaginan sus
propias rosas.
Las personas imaginan sus propios campos
de rosas. Y a veces estoy frente a los campos
como si muriese;
otras, como si sólo entonces
pudiese despertar.

 

*

 

Sé que os campos imaginam as suas
própias rosas.
As pessoas imaginam seus propios campos
de rosas. E às vezes estou na frente dos campos
como se morresse;
outras, como se agora somente
eu pudesse acordar.

 

 

Herberto Helder: O el poema continuo (fragmento), Hiperión, Madrid, (trad. Jesús Munárriz), 2006, pp. 23-25

maquetas

Jan Saudek, Image No. 213-1, Ilary 1
Jan Saudek, Image No. 213/1, Ilary 1 (1983)

VISIBLE, INVISIBLE

I

Que este brío dure,
que los pájaros imiten
el grito de los terneros
al anochecer. La gata agazapada
bajo el vaho de las buenasnoches.

Y mezclas, matices,
pero como se mezclan dos nubes
y como entra en el incienso el hipo del incienso
haciéndonos sentir su barrido,
su despejo de falsas sensaciones.

Y como entra la noche en el atardecer
bajo la soledad sonora de los grillos
—la música callada de las luciérnagas mezquinas.

y que se unan otra vez esas rachas de sonido
a la única voz en que juntos vacilamos.
Sonidos que ignoraban ser iguales,
apenas iguales: secretos ejercicios de alegría

visible como el espiado,
como un habla de visible en lo invisible,
la laguna.

II

La calandria que vimos con Mauricio
canta aún en el bullicio de los patos.
La vemos y la pensamos soñada,
cara de otras monedas:

primero en la casa,
(invisible como fue,
visible como es ahora.)

Después entre la gente,
impalpable como parece,
—ruido— ahora
en el televisor.

pero visibles e invisibles “Mundos”
si la poesía los rozara,
“naturalezas” si con su palabrerío ignorara
la potencia implacable de otro estilo.

“Relámpago”
anunciaría.

“Trueno” si la música sostuviera en su rumor
la atonalidad expectante.

Pero no somos la casa, ni el hogar,
ni el árbol, ni el camino.

Sólo sus dibujos o maquetas matizadas
en una esferilla donde nieva y hay ritornelos
de caja de música

envueltos en nuestro balbuceo salado.

¿Cuántas veces necesitamos que nos digan
que la belleza es la arena movediza
de la certidumbre?

Arturo Carrera: Poltlatch, Amargord, Madrid, 2010, pp. 85-87

Ilary, Jan Saudek (serie completa, 6 fotografías): 1, 2, 3, 4, 5, 6

dolernos

Alfred Kubin- Der-Sumpf (El Pantano) 1903–05Alfred Kubin- Der Sumpf (El Pantano, 1903–05)

LOS NUEVE MONSTRUOS

I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de sér, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tánto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tánta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Russeau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tánto cajón,
tánto minuto, tánta
lagartija y tánta
inversión, tánto lejos y tánta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

(1934-1935)

César Vallejo: Poemas humanos, Cátedra, Madrid, 1988, p. 144-146

________

El indio toca la punta de mi nariz y me despierta:

– «Hay muchísimo que hacer».
– Pero el propio barro.
– «Risa de contrapunto.»

la línea

 

Ramón_MasatsRamón Masats (Tierra de Campos,Valladolid)

La línea

Necesitas hacer algo, me dije. Cansada de los castillos, comencé a construir puentes. No era muy difícil. En realidad lo que hacía era escavar túneles. El puente era sólo un resultado. Todo el trabajo consistía en quitar arena. Las pulgas podrían recorrer ese trayecto. Creía que lo agradecerían pero las pulgas no usaban mis túneles, quizás simplemente no encontraban ningún reclamo al otro lado. Prueba otra cosa, pensé, al principio de la playa. Agarré un palo y lo arrastré por la arena mojada. La marea empezaba a bajar. Conforme avanzaba me parecía que me estaba desviando. Pronto la playa se fue vaciando, comencé a cansarme, cayó la noche. A veces la miraba de reojo y no parecía estar tan torcida después de todo. Cuando llegué al final de la playa había crecido. Miré atrás sin soltar el palo. Mis ojos recorrieron el trazo en la arena. Me encontraba al otro lado de un túnel, tenía delante de mí el único reclamo.

7 de noviembre de 2014

Ramón Masats, en La mirada fotográfica

la noche

Metropolis- Fritz Lang (1927)Metropolis (Fritz Lang, 1927)

La realidad que ha triunfado está organizada como un plató de televisión. Focos de luz cegadora, shows continuos en los que el público forma parte también del show, risas enlatadas que pautan los tiempos, espacios reales y virtuales que se mezclan para ocultar que nada se oculta. Esencia y apariencia se han fundido en una visibilidad total en cuyo interior habitamos. Continua exhibición de un Yo indiferente que, sin embargo, siente una necesidad terrible de la mirada del Otro. Encadenados, nuestros antepasados veían pasar las sombras que proyectaba el fuego encendido en la caverna platónica. Ahora, en cambio, todos somos figurantes del videojuego. Quisiéramos, como prometía un anuncio de la lotería, «desaparecer». Pero es difícil hacerlo. Intentamos fugarnos en cuanto podemos. Y la fuga con la que soñamos es siempre la misma: una playa lejana. Esta es la representación por excelencia de nuestro paraíso. Arrancar un instante de eternidad al tiempo para poder creer en algo. Mirar el horizonte. Lo que ocurre es que el horizonte hace mucho que ha desaparecido. La línea de horizonte se ha convertido en una soga de la que cuelgan los diez suicidados cada día en España, según las últimas estadísticas. La playa que un mar azul turquesa bañaba ha resultado ser un escenario de cartón piedra vigilado desde un dron que vuela incansablemente sobre nuestras cabezas. Estamos en guerra. En el interior de la vida que vivimos el único horizonte existente es el que ofrece la obsolescencia programada. Hasta que alguien se ahoga con tanta luz y se arranca la luz. La oscuridad, por fin la oscuridad de lo inhóspito. Nunca sabrán cuántos somos. La sombra viva enciende la noche.

Santiago López Petit: Hijos de la noche, Bellaterra, Barcelona, 2014, pp. 91-92