el tamiz

Eileen Agar: Danza de paz (1945)

La necesidad de la poesía tiene que ser postulada una y otra vez, pero solo ante quienes tienen razones para temer su poder o aquellos que todavía creen que el lenguaje es «solo palabras» y que un viejo lenguaje es suficientemente bueno para las descripciones del mundo que estamos tratando de transformar.
Para muchas mujeres, las palabras más comunes están siendo cuidadosamente pasadas por el tamiz, rechazadas algunas, otras puestas a un lado por un largo tiempo, o vueltas hacia la luz buscándoles nuevos colores y chispas de su significado: poder, amor, control, violencia, política, personal, privado, amistad, comunidad, sexual, trabajo, dolor, placer, existencia, integridad… Cuando aguda y perturbadoramente nos volvemos conscientes del lenguaje que estamos utilizando y que nos utiliza, estamos empezando a capturar unos recursos materiales que jamás antes las mujeres habíamos tratado colectivamente de volver a poseer (aunque fuésemos sus inventoras, y aunque individualmente escritoras como Dickinson, Woolf, Stein, H.D., se hayan acercado al lenguaje como a un poder transformador). El lenguaje es tan real, tan tangible en nuestras vidas como lo son las calles, las tuberías, los conmutadores, las microondas, la radiactividad, los laboratorios clínicos o las centrales nucleares. Hipotéticamente podríamos poseer todos los recursos tecnológicos reconocidos en el continente norteamericano, pero mientras nuestro lenguaje sea inadecuado, nuestra visión permanecerá incompleta, nuestros pensamientos y sentimientos seguirán corriendo por los viejos canales y nuestro proceso podrá ser «revolucionario» pero no transformador.

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Adrienne Rich: Poder y peligro: tareas de una mujer común. 1977′, en Sobre mentiras, secretos y silencios, horas y HORAS editorial, Madrid, Trad. de Margarita Dalton, 2010, pp.359-360