Deseos

«En un poblado jasídico, según se cuenta, una noche al final del Sabat, los judíos estaban sentados en una mísera casa. Eran todos del lugar salvo uno, a quien nadie conocía, hombre particularmente mísero, harapiento, que permanecía acuclillado en un ángulo oscuro.  La conversación había tratado sobre los más diversos temas.  De pronto alguien planteó la pregunta sobre cuál sería el deseo que cada uno habría formulado si hubiese podido satisfacerlo. Uno quería dinero, el otro un yerno, el tercero un nuevo banco de carpintero, y así a lo largo del círculo. Después que todos hubieron hablado, quedaba aún el mendigo. De mala gana y vacilando respondió a la pregunta. “Quisiera ser un rey poderoso y reinar en un vasto país y hallarme una noche durmiendo en mi palacio y que desde las fronteras irrumpiese el enemigo y que antes del amanecer los caballeros estuviesen frente a mi castillo y que no hubiese resistencias y que yo, sin tiempo siquiera para vestirme, hubiese tenido que emprender la fuga en camisa y que perseguido por montes y valles, sin dormir ni descansar  hubiera llegado sano y salvo hasta este rincón. Eso querría”. Los otros se miraron desconcertados. “Y ¿qué hubieras ganado con ese deseo?”, preguntó uno. “Una camisa”, fue la respuesta.»

Historia de Frank Kafka, mencionada por Walter Benjamin en Frank Kafka. En el décimo aniversario de su muerte

devenir(vii)

Henri Matisse
Henri Matisse fotografiado por Henri Cartier Bresson (1951)

«Varias veces he tenido también la idea -es necesario que la anote- de hacer hablar al pájaro, de describirlo en primera persona. Tendré que probar esa salida, tantear ese procedimiento.»

Francis Ponge: Notas tomadas para un pájaro, en La rabia de la expresión, Icaria, Barcelona, 2001, p.60

Algunos retratos de Henri Cartier Bresson

en todas partes

Retrato de Guillaume Apollianiare- Pablo Picasso (1918)Pablo Picasso: Retrato de Guillaume Apollinaire (1918)

Guillaume Apollinaire

(Roma, 26 de agosto de 1880 – París, 9 de noviembre de 1918)

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MARAVILLAS DE LA GUERRA*

 

Qué hermosos esos cohetes que iluminan la noche
Ascienden sobre su propia cima y se inclinan para mirar
Son damas que danzan con sus miradas por ojos brazos y corazones

He reconocido tu sonrisa y tu vivacidad

Es también la apoteosis cotidiana de todas mis Berenices cuyas cabelleras se han transformado en cometas
Esas danzarinas sobredoradas pertenecen a todos los tiempos y a todas las razas
Y dan bruscamente a luz hijos que sólo tienen tiempo de morir

Qué hermoso son todos esos cohetes
Pero más hermoso sería si hubiera más aún
Si hubiera millones que tuvieran un sentido completo y relativo como las letras de un libro
Sin embargo eso es tan bello como si la vida misma surgiera de los moribundos
Pero sería más hermoso si hubiera más aún
No obstante los miro con una belleza que se ofrece y se disipa de súbito
Me parece asistir a un gran festín iluminado a giorno
Es un banquete que se ofrece la tierra
La tierra tiene hambre y abre sus largas fauces pálidas
Tiene hambre y este es su festín de Baltasar caníbal

Quién hubiera dicho que se pudiera ser hasta ese punto antropófago
Y que se necesitara tanto fuego para asar el cuerpo humano
Por eso el aire tiene un leve sabor empireumático que a mi parecer no es desagradable
Pero el festín sería más hermoso aún si en él comiera el cielo con la tierra
El cielo sólo se traga almas
Lo cual es una manera de no alimentarse
Y se contenta con hacer juegos de manos con fuegos versicolores

Pero yo me he sumido en la dulzura de esta guerra con toda mi compañía a lo largo de las largas trincheras
Algunos gritos de llamas anuncian sin cesar mi presencia
He ahondado el lecho por donde circulo ramificándome en mil riachuelos que van por todas partes
Estoy en la trinchera de primera línea y sin embargo estoy en todas partes o más bien comienzo a estarlo
Soy yo quien comienza este asunto de los siglos venideros
Será más largo de realizar que la fábula de Ícaro volando
Lego al porvenir la historia de Guillaume Apollinaire
Que fue a la guerra y supo estar en todas partes
En las ciudades felices de la retaguardia
En todo el resto del universo
En los que mueren pataleando en las alambradas
En las mujeres en los cañones en los caballos
En el cenit en el nadir en los cuatro puntos cardinales
Y en el único ardor de esta velada de armas

Y sería sin duda mucho más hermoso
Si pudiera suponer que todas estas cosas por las cuales estoy en todas partes
Pudiesen también ocuparme
Pero en este sentido no se ha hecho nada
Pues si en esta hora yo estoy en todas partes es que sólo estoy en mí

Guillaume Apollinaire: Caligramas, Poemas de la Paz y de la Guerra (1913-1916), en Antología, Visor (trad. Manuel Álvarez Ortega), Madrid, 2007, pp. 77-79

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*Apollinaire se alistó como voluntario en la I Guerra Mundial y resultó herido de gravedad en la cabeza en 1916. La obra Caligramas, de la cual forma parte este poema, está atravesada por la experiencia de la guerra.

síntoma

Günter Brus — Self-Painting, Self-Mutilation (1965)
Günter Brus:  Self-Painting, Self-Mutilation (1965)

Igualmente, el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo. El mundo es el conjunto de síntomas con los que la enfermedad se confunde con el hombre. La literatura se presenta entonces como una iniciativa de salud: no forzosamente el escritor cuenta con una salud de hierro (…),  pero goza de una irresistible salud pequeñita producto de lo que ha visto y oído de las cosas demasiado grandes para él, demasiado fuertes para él, irrespirables, cuya sucesión le agota, y que le otorgan no obstante unos devenires que una salud de hierro y dominante haría imposibles. [7] De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados. ¿Qué salud  bastaría  para  liberar la vida allá donde esté encarcelada por y en el hombre, por y en los organismos y los géneros? Pues la salud pequeñita de Spinoza, hasta donde llegara, dando fe hasta el final de una  nueva visión a la cual se va abriendo al pasar.

[7] Sobre la literatura como problema  de salud, pero para aquellos que carecen de ella o que sólo cuentan  con una  salud  muy frágil, vid. Michaux, posfacio  a «Mis propiedades»,  en La nuit remue, Gallimard. Y Le Clézio, Haï, pág. 7: «Algún día, tal vez se sepa que no había arte, sino sólo medicina

Deleuze, G.: Crítica y clínica, Anagrama, Madrid, Barcelona, 1996, pp.14-15