indicios

Three Seascapes c.1827 Joseph Mallord William Turner 1775-1851 Accepted by the nation as part of the Turner Bequest 1856 http://www.tate.org.uk/art/work/N05491

Joseph Mallord William Turner: Three Seascapes (hacia 1827)

No defiendo ninguno de mis indicios terrestres, es decir: en la expresión «indicios terrestres», desisto de «terrestres» (la materialidad), pero de «indicios» (el sentido) — no.

No defiendo ninguno de mis indicios terrestres en particular, como tampoco ninguno de mis versos ni mis horas sueltas, — lo importante es el conjunto.
No defiendo siquiera el conjunto de mis indicios terrestres, defiendo solo su derecho a la existencia, y la veracidad — de la mía.

Marina Tsvietáieva: Diarios de la Revolución de 1917, Acantilado, Barcelona, Trad. de Selma Ancina, 2015, p. 180

comprender

Peter Hujar- Hudson River (1975)

Peter Hujar: Río Hudson (1975)

MURIÓ ESTA CIUDAD

Murió esta ciudad. Los tranvías azules
gimen en las curvas, la muchedumbre gris nerviosa no cabe
en las calles, de los neones surgen voces de colores, son voces
polvo y humo de los tubos de escape. Esta ciudad murió desde que comprendiste
lo fácil que resulta morir. Se equivocan aquellos que la ven
en los brillos, el estrépito, de acuerdo con el espíritu de las Escrituras y el Maestro
que se burla de que eso llegará en las patitas de un gato, se equivocan
en cuanto a la forma. No están preparados: están a media palabra, con una carta sin enviar, con una
mujer insuficientemente amada, con un oculto pecado que se hará mortal. Nadie está
preparado. Amar lo que está condenado. No existe otro amor.
Despedirse de cada uno como si fuera para siempre
significa ser bueno, perdonar. No hay que dejar nada para mañana
no hay que ahogar las palabras grandes e importantes, puede que no haya tiempo, que no haya
espacio. Ya no habrá
otro amor. Esta ciudad está
en todas partes.

Bronislaw Maj, en Poesía Polaca Contemporánea, de Czeslaw Milosz a Marcin Halas, Selección, traducción y edición de Fernando Presa González, Rialp, Madrid, 1994, pp 152-153.

Algunos poemas más

precisión

Paul Klee- A Guardian Angel Serves a Small Breakfast (Ein Genius serviert ein kleines Frühstück) from the yearbook Die Freude- Blätter einer neuen Gesinnung (Joy- Papers for a New Consciousness) 1920Paul Klee: Ein Genius serviert ein kleines Frühstück, Engel bringt das Gewünschte / A Spirit Serves a Small Breakfast, Angel Brings the Desired (1920)

Basta que comience a hablarle a alguien de lo que siento, para oír — de inmediato — la réplica: «¡Pero eso es razonamiento!»
Los sentimientos, para las personas, son como Furias con la cabeza al viento, como algo que no ocurre en su interior: que se les echa encima. Como una avalancha de piedras debajo de la cual de golpe quedan — ¡deshechos!
Es decir:
La precisión de mis sentimientos hace que la gente los tome por razonamientos.

Marina Tsvietáieva: Diarios de la Revolución de 1917, Acantilado, Barcelona, Trad. de Selma Ancina, 2015, p. 171

el encanto

Frederic Amat- Estudio sogas rojo, 2008.jpg

Frederic Amat: Estudio sogas rojo (2008)

UN ESPECTÁCULO INTERRUMPIDO

 

¡Cuán lejos está la civilización de procurar los goces atribuidos a tal estado! Uno debería, por ejemplo, sorprenderse de que una asociación entre los soñadores que habitan en ella no exista, en toda gran ciudad, para proveer a un periódico que observe los sucesos bajo la luz propia del sueño. Artificio, la realidad, bueno para fijar el intelecto promedio entre los espejismos de un hecho; pero descansa por eso mismo sobre algún entendimiento universal, evidente, simple, que sirve de modelo. Quiero, pensando sólo en mí, escribir cómo golpeó mi mirada de poeta, tal Anécdota, antes que la divulguen los reporteros entrenados por la muchedumbre para asignar a cada cosa su carácter común.

El pequeño teatro de las PRODIGALIDADES añade la exhibición de un primo viviente de Atta Troll o de Martín en su espectáculo de magia La bella y el genio; para reconocer la invitación del doble boleto que ayer extravié en mi casa, yo había colocado mi sombrero en el asiento vacío a mi lado; la ausencia de un amigo testimoniaba allí el gusto general para esquivar este ingenuo espectáculo. ¿Qué pasaba ante mí? Nada, excepto que: de palideces evasivas de muselina refugiadas en veinte pedestales al estilo de la arquitectura de Bagdad, brotaban una sonrisa y brazos abiertos a la triste pesadez del oso: mientras que el héroe, un payaso, evocador y guardián de estos silfos, en su alta desnudez argéntea, se burlaba del animal con nuestra superioridad. Gozar como la muchedumbre del mito incluso en toda trivialidad, cuánto reposo y, sin vecinos en que verter reflexiones, ver la ordinaria y espléndida vigilia encontrada en las candilejas por mi búsqueda aletargada con imaginaciones o con símbolos. Extraño a mucha reminiscencia de atardeceres semejantes, ¡el más nuevo incidente! suscita mi atención: una de las numerosas salvas de aplausos discernidos según el entusiasmo a la ilustración sobre el escenario del privilegio auténtico del Hombre acababa, ¿quebrada por qué?, de detenerse precisa, con un continuo estruendo de gloria en su apogeo, incapaz de esparcirse. Todo oídos, fue necesario ser todo ojos. Del gesto del títere, una palma crispada en el aire abriendo los cinco dedos, comprendí que él, ¡ingenioso!, había captado las simpatías por el ademán de atrapar alguna cosa al vuelo, figura (y eso es todo) de la facilidad con que cada cual toma una idea, y que, movido por el vientecillo, el oso, rítmica y suavemente alzado, interrogaba la proeza con una garra colocada sobre las cintas del hombro humano. Nadie respiraba siquiera, tantas consecuencias graves para el honor de la raza comportaba aquella situación: ¿qué iba a suceder? La otra pata se abatió, ágil, contra un brazo extendido a lo largo del traje; y se vio, pareja unida en un acercamiento secreto, cómo un hombre inferior, bueno, de pie sobre dos piernas con pelo separadas, estrechaba, para aprender allí las prácticas del genio, y su cráneo de negro hocico no llegando sino a la mitad, el busto de su hermano brillante y sobrenatural: pero que, ¡él!, elevaba, la boca loca de vacío, una cabeza horrorosa removiendo con un hilo visible en el horror las denegaciones verdaderas de una mosca de papel y de oro. Brillante espectáculo, más vasto que los tablados, con esta dádiva, apropiada para el arte, de durar largo tiempo; para completarlo dejé, sin que me ofuscase la actitud probablemente fatal adoptada por el mimo depositario de nuestro orgullo, brotar tácitamente el discurso prohibido al vástago de los parajes árticos: «Sé bueno (era el sentido), y más bien que faltar a la caridad, explícame la virtud de esta atmósfera de esplendor, de polvo y de voces, en que me enseñaste a moverme. Mi pedido, insistente, que tú no pareces, en una angustia que sólo es fingida, responder ni saber, es justo, arrojado a las regiones de la sabiduría, ¡primogénito sutil!, a mí, para darte libertad, vestido aún de la morada sin forma de las cavernas donde sumergía, en la noche de las épocas humildes, mi escondida fuerza. Confirmemos con este estrecho abrazo, ante la multitud sentada con ese fin, el pacto de nuestra reconciliación.» ¡La ausencia de algún hálito unida al espacio, en qué lugar absoluto vivía yo, uno de los dramas de la historia astral, eligiendo, para producirse allí, este modesto teatro! La multitud entera se eclipsaba, en el emblema de su situación espiritual, magnificando la escena: dispensador moderno del éxtasis, sólo, con la imparcialidad de una cosa elemental, el gas, en las alturas de la sala, continuaba un ruido luminoso de expectativa.

Se rompió el encanto: fue cuando un trozo de carne, desnudo, brutal, atravesó mi visión dirigido desde el intervalo del escenario, adelantándose algunos instantes a la recompensa, misteriosa de ordinario luego de estas representaciones. Andrajo sustituido sangrando al lado del oso que, recobrando sus instintos antes que una curiosidad más alta de que el fulgor teatral lo dotaba, cayó en cuatro patas y, como llevando el Silencio en sí mismo, fue con el movimiento de su especie a husmear esta presa para aplicar en ella los dientes. Un suspiro, casi exento de decepción, alivió incomprensiblemente la asamblea, cuyos binoculares, de hilera en hilera, buscaron, encendiendo la nitidez de sus cristales, el juego del espléndido imbécil evaporado en su temor; pero vieron una abyecta cena, preferida tal vez por el animal a la misma cosa que le hubiera sido necesario hacer de nuestra imagen, para probarla. La cortina, dudando hasta entonces de acrecentar el peligro o la emoción, abatió súbitamente su diario de tarifas y de lugares comunes. Me levanté, como todo el mundo, para ir a respirar afuera, sorprendido de no haber sentido, una vez más, el mismo género de impresión que mis semejantes, pero sereno: porque mi modo de ver, después de todo, había sido superior, y hasta verdadero.

Stéphane Mallarmé: Obra poética II, Hiperión, Madrid, trad. de Ricardo Silva-Santisteban, 1981, pp.33-39

en piel

Ida reading a letter *oil on canvas *66 x 59 cm *1899Vihelm Hammershoi: Ida leyendo una carta (1899)

 …

CONCURSO-OPOSICIÓN

 

El concurso-oposición para el puesto de rey
salió magníficamente.

Se presentó un cierto número de reyes
y un candidato a rey.

Se eligió rey a un cierto rey
que tenía que serlo.

Recibió una puntuación adicional por su ascendencia
educación espartana
y la sonrisa
cautivadora que apretaba a todos por el cuello.

Respondió en historia
con el magnífico sentido del silencio.

El idioma obligatorio
resultó ser el suyo propio.

Cuando habló sobre cuestiones de arte
conmovió los corazones del tribunal.

A uno de los miembros del tribunal
le llegó a conmover excesivamente.


éste era seguramente el rey.

El presidente del tribunal
se fue a por la nación
para podérsela entregar
solemnemente al rey.

La nación
estaba encuadernada
en piel.

 

Ewa Lipska, en Poesía Polaca Contemporánea, de Czeslaw Milosz a Marcin Halas, Selección, traducción y edición de Fernando Presa González, Rialp, Madrid, 1994, pp.133-34