No nos pidas la palabra que escuadre cada lado de nuestro ánimo informe, y con letras de fuego lo proclame y resplandezca como un croco perdido en medio de un polvoriento prado.
¡Ah, el hombre que se va seguro, de los demás y de sí mismo amigo, sin preocuparse de su sombra, que la canícula imprime sobre un desconchado muro!
No nos pidas la fórmula que mundos pueda abrirte, sí alguna sílaba seca y torcida como una rama. Solo eso podemos hoy decirte, lo que no somos, lo que no queremos.
Eugenio Montale: Huesos de sepia, Igitur, Montblanc, 2000, Trad. de Carlo Frabetti, p. 51