Hans Holbein the Younger: Portrait of Astronomer Nikolaus Kratzer, detalle (1528)
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A fines del siglo XVIII, el alfabeto aparecía a los gramáticos como el esquema ideal del análisis y la forma última de la descomposición de una lengua; constituía por ello mismo el camino de aprendizaje de esta lengua. Esta imagen alfabética ha sido traspuesta, sin modificación esencial, en la definición de la mirada clínica. El segmento observable más pequeño posible, aquel del cual es menester partir y más allá del cual no es posible remontarse, es la impresión singular que recibe de un enfermo, o más bien de un síntoma en un enfermo; no significa nada por sí mismo, pero tomará sentido y valor, comenzará a hablar, si entra en composición con otros elementos: «Las observaciones particulares, aisladas, son para la ciencia lo que las letras y las palabras son para el discurso; éste no se funda sino por la afluencia y la reunión de las letras y de las palabras cuyo mecanismo y cuyo valor es menester haber estudiado y meditado antes de hacer de él un empleo bueno y útil; es lo mismo con las observaciones» (28). Esta estructura alfabética de la enfermedad no garantiza sólo que siempre se pueda remontarse al elemento insuperable: ésta asegura, así, que el número de estos elementos será finito, e incluso restringido. Lo que es diverso y aparentemente infinito no son las impresiones primeras, sino su combinación en el interior de una única misma enfermedad: así como el pequeño número de «modificaciones designadas por los gramáticos bajo el nombre de consonantes» basta para dar «a la expresión del sentimiento la precisión del pensamiento», lo mismo, para los fenómenos patológicos, «en cada caso nuevo, se creería que hay nuevos hechos, pero no son más que otras combinaciones. En el estado patológico no hay nunca más que un pequeño número de fenómenos principales […]. El orden en el cual aparecen, su importancia, sus relaciones diversas bastan para dar nacimiento a todas las variedades de enfermedades»(29).
(28) F.-J. Double, Séméiologie générale (París, 1811), t. I, p.79
(29) Caballis, Du degré de certitude (3ªed., París, 1819, p.8.
Michel Foucault: El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI, Madrid, trad. de Francisca Perujo, 2007,p. 161-162