Caligrama Il Pleut, Guillaume Apollinaire
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Llevar la contraria
Leí alguna vez que en la Primera Guerra Mundial los soldados que llegaban del frente lo hacían enmudecidos. Guardaban silencio ante lo que habían visto. Demasiado grande para ser contado. Monstruoso.
Al leerlo recordé que Ludwig Wittgenstein había escrito el Tractatus Logico-Philosophicus, obra de referencia de la filosofía analítica, en el frente durante esa misma guerra. Difícil imaginar que un libro así pudiese ser escrito en las trincheras. Pero a poco que se piense el campo de batalla es el lugar idóneo donde poner a examen las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad. La afirmación, del prólogo: «lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente» era para mí una buena formulación de la exigencia de cualquier palabra que quisiera verse a sí misma escrita. En las trincheras había conservado también intacto Wittgenstein el sentido del humor. Una vez había dibujado el contorno de un ojo era capaz de asegurar que tal cosa era imposible; después de escribir qué se podía y no podía decir, dejaba caer su escalera y se quedaba en lo alto sonriendo y a salvo.
También en las trincheras de la misma guerra Guillaume Apollinaire escribió algunos poemas que serían caligramas y cartas. Escribió cartas a Lou. En el verso oblicuo del caligrama Il Pleut se lee: «llueven voces de mujeres como si estuvieran muertas en el recuerdo». Llovían, sí, voces. Voces de madres, amantes, esposas, hijas, hermanas. Llovían. Llovió muy fino Lou seguramente más de una tarde. Llovieron en el caligrama obuses desfragmentando los cuerpos de los jóvenes soldados, sembrando los campos en la batalla. Caían los muertos. Bajo un aguacero incesante Apollinaire escribió la vanguardia.
Escribiendo doblegamos lo monstruoso.
Escribiendo le llevamos la contraria a la muerte.
Noelia Pena: El agua que falta, Caballo de Troya, Barcelona, 2014, pp. 166-167
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Caligrama Il Pleut (con melodías de Francis Poulenc, Guy Sacre y Kaija Saariaho)