fundamental

René Magritte- Le Chateau de Pyrenees (The Castle of the Pyrenees) 1959René Magritte: Le Chateau de Pyrenees (1959)

Lo fundamental para el dialéctico es tener el viento de la historia en las velas. Para él pensar significa: izar las velas. Cómo se icen, eso es lo importante. Para él las palabras son tan sólo las velas. El cómo se icen las convierte en concepto.

Walter Benjamin: Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo, en Obras, libro I/ vol. 2, Abada, Madrid, trad. de Alfredo Brotons Muñoz, 2012, p. 282

la rueda

Ilse Bing, Silver Shoes, 1935Ilse Bing: Silver Shoes (1935)

UN BAMBOLEO FRENÉTICO

No pienses…
Date duro en la cabeza,
martillea, entra y sal sin descanso,
persigue el objeto pérfido,
muévete entre sueños,
y… golpea, siempre golpea,
sin solemnidad y siquiera sin belleza,
no hacen falta en esta hora en que caes para siempre.
Ajeno al pensamiento,
cae de los pies a la cabeza
golpeando y golpeando este momento mortal.
Audaz, cae.
Sueña contigo en la tarde
engañosamente se presenta como el confín
de la promesa que miente con labios de oro.
Anoche te debatías en el fango,
te encharcabas en ese baile espeso
anunciador del frío de la tumba.
Golpea y golpea hasta romper.
Es la hora de la decisión.
Convoca a los sonidos para que cese la música
de solo y solo.
Solo, con golpes y genuflexiones,
la sangre y nuevos golpes.
¿Quién se queja a esta hora
en que solo y solo pasa la existencia?
Húndete en los golpes
y bebe tu propia proscripción.
Solo y solo en un dedo parado,
tu último llamamiento a la catástrofe.
Desarticulado de todo, antes que todo y …
siempre solo,
con heridas, con un solo de muecas.
Golpea si quieres que la descomposición te visite,
no desoigas la voz, sigue esa calle y…
con solo y solo baila hasta destriparte.
Que la soledad sea tu solo de mosca y …
¡cataplum! ¡Al hoyo!
Que la caja retumbe en tus oídos:
«Aparta la perfección agazapada,
el colgajo de serenidad.»
Solo entre acompañados
rueda en la rueda de los solos,
en solo de solo con tu solo,
solo nimbado yo te llamo
para zamparte solo y solo en la noche giratoria.

(1961)

Virgilio Piñera: de Un bamboleo frenético, en La isla en peso. Obra poética, Tusquets, Barcelona, 2000, pp. 101-102

indicios

Three Seascapes c.1827 Joseph Mallord William Turner 1775-1851 Accepted by the nation as part of the Turner Bequest 1856 http://www.tate.org.uk/art/work/N05491

Joseph Mallord William Turner: Three Seascapes (hacia 1827)

No defiendo ninguno de mis indicios terrestres, es decir: en la expresión «indicios terrestres», desisto de «terrestres» (la materialidad), pero de «indicios» (el sentido) — no.

No defiendo ninguno de mis indicios terrestres en particular, como tampoco ninguno de mis versos ni mis horas sueltas, — lo importante es el conjunto.
No defiendo siquiera el conjunto de mis indicios terrestres, defiendo solo su derecho a la existencia, y la veracidad — de la mía.

Marina Tsvietáieva: Diarios de la Revolución de 1917, Acantilado, Barcelona, Trad. de Selma Ancina, 2015, p. 180

de espaldas

Magdalena Abakanowicz- Thirty Backwards Standing Figures (Treinta figuras erguidas de espaldas) 1993-94Magdalena Abakanowicz: Treinta figuras erguidas de espaldas (1993-94)

CONVERSACIÓN CON LA PIEDRA

 

TOCO LA PUERTA de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero meterme en ti,
mirar alrededor,
tomarte como aliento.

—Vete —dice la piedra.
Estoy herméticamente cerrada.
Aun hechas pedazos
estaremos herméticamente cerradas.
Aun pulverizadas
no admitiremos a nadie.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo sólo por curiosa.
La vida es la única ocasión.
Quiero recorrer tu palacio
y luego visitar a la hoja y a la gota.
Tengo poco tiempo para todo.
Mi mortalidad debería conmoverte.

—Soy de piedra —dice la piedra—
y necesariamente debo conservar la solidez.
Vete de aquí.
No tengo músculos para la risa.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
He escuchado que hay en ti grandes e inhabitadas salas,
hermosas en vano, nunca vistas,
sordas, sin el eco de los pasos de nadie.
Confiesa que tú misma  poco sabes de eso.

—Grandes e inhabitadas salas —dice la piedra—
pero no hay lugar en ellas.
Hermosas, tal vez, pero no para el gusto
de tus pobres sentidos.
Puedes reconocerme, pero no me conocerás nunca.
Dirijo hacia ti toda mi superficie,
interiormente permanezco de espaldas.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz.
No vivo en la calle.
Mi mundo vale el retorno.
Entraré y saldré con las manos vacías.
Y como prueba de que estuve de verdad allí,
no presentaré más que palabras,
a las que nadie da fe.

—No entrarás —dice la piedra.
Ningún otro sentido sustituye al de ser parte.
Ni siquiera la vista agudizada hasta ver todo
te servirá de nada sin sentido de ser parte.
No entrarás, habrás si acaso presentido ese sentido,
estará en germen en ti, tendrás su imagen.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar dos mil siglos
para estar bajo tu techo.

—Si no me crees —dice la piedra—
dirígete a la hoja y te dirá lo mismo.
A la gota de agua y te dirá lo que la hoja.
Pregúntale al final a un cabello de tu propia cabeza.
La risa me dilata, la risa, una risa enorme
con la que no sé reírme.

Toco la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.

—No tengo puerta —dice la piedra.

 

Wislawa Szymborska: Conversación con la piedra, en Poesía no completa, FCE, México, Trad. de Gerardo Beltrán, 2002, pp. 119-121

los cimientos

Raoul Hausmann- La plage, Limoges (Rêve de plage) 1947Raoul Hausmann: La plage, Limoges (Rêve de plage) 1947

El Gran Kan ha soñado una ciudad; la describe a Marco Polo:

El puerto está expuesto al septentrión, en la sombra. Los muelles son altos sobre el agua negra que golpea contra los cimientos; escaleras de piedra bajan, resbalosas de algas. Barcas embadurnadas de alquitrán esperan en el fondeadero a los viajeros que se demoran en el muelle diciendo adiós a las familias. Las despedidas se desenvuelven en silencio pero con lágrimas. Hace frío; todos llevan chales en la cabeza. Una llamada del barquero pone fin a la demora; el viajero se acurruca en la proa, se aleja mirando al grupo de los que se quedan; desde la orilla ya no se distinguen los contornos; hay neblina; la barca aborda una nave anclada; por la escalerilla sube una figura empequeñecida; desaparece; se oye alzar la cadena oxidada que raspa el escobén. Los que se quedan se asoman a las escarpas del muelle para seguir con los ojos al barco hasta que dobla el cabo; agitan por última vez un trapo blanco.

Sal de viaje, explora todas las costas y busca esa ciudad ―dice el Kan a Marco―. Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad.

Perdóname, señor: no hay duda de que tarde o temprano me embarcaré en aquel muelle dice Marco―, pero no volveré para contártelo. La ciudad existe y tiene un simple secreto: sólo conoce partidas y no retornos.

Italo Calvino: Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, 2013, trad. de Aurora Bernárdez, p. 69

inextinguible

Ángel Acosta León, Sin título (1962)Ángel Acosta León: Sin título (1962)

DOS SON LAS MONTAÑAS
luminosas y claras,

la montaña de los animales y
la montaña de los Dioses.

Pero entre ellas yace el
valle en penumbra de los hombres.

Si alguna vez mira uno hacia arriba,
lo sobrecoge, vislumbradora,
una nostagia inextinguible,
a él, que sabe que no sabe,
de quienes no saben que no saben,
y de quienes saben que saben.

*

ZWEI BERGE DIBT ES,
auf denen es hell ist und klar,

den Berg der Tiere und
den Berg der Götter.

Dazwischen aber liegt das
dämmerige Tal der Menschen.

Wenn einer einmal nach oben sieht,
erfaßt ihn ahnend
eine unstillbare Sehnsucht,
ihn, der weiß, daß er nicht weiß,
nach ihnen, die nicht wissen, daß sie nicht wissen,
und nach ihnen, die wissen, daß sie wissen.

(1903)

Paul Klee: Poemas, Ediciones de la Rosa Cúbica, Barcelona, 1995, trad. de Andrés Sánchez Pascual, pp. 10-11

operación

György Kepes- Mujer en el cubo (1938)György Kepes: Mujer en el cubo (1938)

—De ahora en adelante seré yo quien describa las ciudades —había dicho el Kan—. Tú en tus viajes verificarás si existen.
Pero las ciudades visitadas por Marco Polo eran siempre distintas de las pensadas por el emperador.
—Y sin embargo, he construido en mi mente un modelo de ciudad del cual se pueden deducir todas las ciudades posibles —dijo Kublai—. Encierra todo lo que responde a la norma. Como las ciudades existentes se alejan en diferente grado de la norma, me basta prever las excepciones y calcular las combinaciones más probables.
—También yo he pensado en un modelo de ciudad del cual deduzco todas las otras—respondió Marco—. Es una ciudad hecha sólo de excepciones, exclusiones, contradicciones, incongruencias, contrasentidos. Si una ciudad así es absolutamente improbable, disminuyendo el número de elementos anormales aumentan las posibilidades de que la ciudad verdaderamente exista. Por lo tanto basta que yo sustraiga excepciones a mi modelo, y de cualquier manera que proceda llegaré a encontrarme delante de una de las ciudades que, si bien siempre a modo de excepción, existen. Pero no puedo llevar mi operación más allá de ciertos límites: obtendría ciudades demasiado verosímiles para ser verdaderas.

Italo Calvino: Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, trad. Aurora Bernárdez, 2013, p.83

el contacto

Philippe Halsman- Jean Cocteau's Painting Comes to Life,  with model Leo Coleman (1949)Philippe Halsman: Jean Cocteau’s Painting Comes to Life,  with model Leo Coleman (1949)

Derivaba incesantemente. Un nadador, arrastrado por una poderosa corriente transversal, a veces, a pesar de su braza regular, se ve igualmente arrastrado lejos de la orilla que desea alcanzar. Y yo, no sólo me alejaba de la orilla, sino que la perdía de vista, y divisaba otra de la cual también algo desconocido, y de modo similar, me alejaba, hasta que -rápidamente- me la hacía perder de vista, y otra nueva aparecía, y yo deseaba dirigirme a ella, aunque mis propios movimientos me iban alejando, hasta perderla de vista y aparecer una cuarta, de la que me alejaba cuando pretendía aproximarme a ella, y eran cuatro, cinco orillas, o diez, doce orillas, ya no sé cuántas eran las orillas de las que me veía sucesivamente apartado.

Pero mi frase, que era mi modo de nadar, persistía, y estaba oscuramente convencido de que, si mantenía el contacto, por defectuoso que fuese, con lo que me pasaba por la cabeza y muy poco por la escritura, antes o después daría con el recuerdo del que me hallaba inexplicablemente cercenado.

Henri Michaux: Las grandes pruebas del espíritu y las innumerables pequeñas, Tusquets, Barcelona, trad. Francecs Parcerisas, 2000, pp. 42-43

sueño desorbitado

Rene MalteteFotografía: René Maltête

EL RESULTADO

Cuando me arrepienta
de mis crímenes
te enviaré un telegrama.
Vendrás vestido de blanco,
darás lechada a mi alma.

Lloraré sobre tu hombro
para constelar tu traje;
negros diamantes en tu pecho
y negro de humo en tus entrañas.

Enfundaremos el puñal
en un sueño desorbitado:
tomará la forma del cordero
que surge del tigre desatado.

Con las heridas haremos rimas
y con los gritos charadas;
la expiación será un pasatiempo
en la eternidad que me aguarda.

Después me sentaré a la mesa
para comer del pan sagrado;
yo lo partiré negro,
tú me lo darás blanco.

(1962)

Virgilio Piñera: en La isla en peso. Obra poética, Tusquets, Barcelona, 2000, pp. 117

piedra

Magritte-L'Art-de-la-conversation-1950

El arte de la conversación, 1950 – Rene Magritte

Deux hommes en conversation. Petits. Insignifiants. Dans leur dos, un énorme monument, aux montants gigantesques avec dalles en tous sens, dont les pierres entassées ne laissent guère d’espace qui puisse être utilisé. Les deux hommes continuent à parler. Parler! C’est d’avoir parlé qu’il reste partout des constructions, des cons­tructions embarrassantes, inutiles, de­venues énormes, cyclopéennes, de plus en plus inutiles, sans emploi, par l’adjonction de nouvelles paroles, de nouveaux parleurs… qui toujours lais­sent des restes. Et devant un de ces vastes monuments aux grandes pierres entremêlées où il n’y a même pas une pièce où l’on pourrait se tenir, où l’on ne passe plus, les deux hommes, sans tourner la tête, sans y faire atten­tion, s’entretiennent, les inconscients!

A mesure qu’ils discourent, ne pour­raient-ils voir les encombrants additifs qui vont encore prendre du peu de place qui reste? Non, il y faut du temps. Ce sont d’autres qui le verront, qui plus tard, parlant aussi, viendront passer devant le monument agrandi, de plus en plus massif, de plus en plus inutilisable.
C’est pour avoir tellement parlé et écrit qu’il y a de par le monde tant de restes qui, avec leur sérieux «déplacé» ont une résistance de pierre à tout ce qu’on aurait besoin de faire de véritablement nouveau. De ces con­fuses pierres, un silence sort, un empê­chement, pierres pour entraver l’esprit, pour entraver la marche, pour entraver l’avenir. Pierres! Républiques de Paroles.
Mais peut-être ces deux hommes ont-ils eu le besoin de se sentir évo­luer sur un fond important, archéo­logique? L’humain -en somme- c’est leur groupe.

Henri Michaux, extrait de «En rêvant à partir de peintures énigmatiques».