fuerzas

  Gerhard Richter: Townscape Paris (1968)

capítulo 120

a la hora de la siesta todos dormían, era fácil bajarse de la cama sin que se despertara su madre, gatear hasta la puerta, salir despacio oliendo con avidez la tierra húmeda del piso, escaparse por la puerta hasta los pastizales del fondo; los sauces estaban llenos de bichos-canasto, Ireneo elegía uno bien grande, se sentaba al lado de un hormiguero y empezaba a apretar poco a poco el fondo del canasto hasta que el gusano asomaba la cabeza por la golilla sedosa, entonces había que tomarlo delicadamente por la piel del cuello como a un gato, tirar sin mucha fuerza para no lastimarlo, y el gusano ya estaba desnudo, retorciéndose cómicamente en el aire; Ireneo lo colocaba al lado del hormiguero y se instalaba a la sombra, boca abajo, esperando; a esa hora las hormigas negras trabajaban furiosamente, cortando pasto y acarreando bichos muertos o vivos de todas partes, en seguida una exploradora avistaba el gusano, su mole retorciéndose grotescamente, lo palpaba con las antenas como si no pudiera convencerse de tanta suerte, corría a un lado y a otro rozando las antenas de las otras hormigas, un minuto después el gusano estaba rodeado, montado, inútilmente se retorcía queriendo librarse de las pinzas que se clavaban en su piel mientras las hormigas tiraban en dirección del hormiguero, arrastrándolo, Ireneo gozaba sobre todo de la perplejidad de las hormigas cuando no podían hacer entrar al gusano por la boca del hormiguero, el juego estaba en elegir un gusano más grueso que la entrada del hormiguero, las hormigas eran estúpidas y no entendían, tiraban de todos lados queriendo meter el gusano pero el gusano se retorcía furiosamente, debía ser horrible lo que sentía, las patas y las pinzas de las hormigas en todo el cuerpo, en los ojos y la piel, se debatía queriendo librarse y era peor porque venían más hormigas, algunas realmente rabiosas que le clavaban las pinzas y no soltaban hasta conseguir que la cara del gusano se fuera enterrando un poco en el pozo del hormiguero, y otras que venían del fondo debían estar tirando con todas sus fuerzas para meterlo, Ireneo hubiera querido poder estar también dentro del hormiguero para ver cómo las hormigas tiraban del gusano metiéndole las pinzas en los ojos y en la boca y tirando con todas sus fuerzas hasta meterlo del todo, hasta llevárselo a las profundidades y matarlo y comérselo

Julio Cortázar: Rayuela, Taurus, Madrid, 2002, pp.617-618

decir

NY 1954 by Vivian MaierVivian Maier (1926-2009): Nueva York, 1954

Vivian Maier no se dedicó profesionalmente a la fotografía. Lo hacía «a escondidas» y, quizás, porque no le daba mayor importancia -siendo, como debió ser, importantísimo-, no las enseñaba a nadie. El legado que azarosamente descubrió el joven John Maloof consta de más de 150.000 negativos, aún sin catalogar ni revelar en su totalidad.

Todas las fotografías que he visto me dicen algo. Resulta casi secundario saber que vestía con ropa masculina, que era feminista o que quien la conoció la recuerda como una mujer silenciosa. Las miradas que consigue capturar en algunas de sus instantáneas dicen más que todo eso. Algunas son de sorpresa; otras, de curiosidad; y de complicidad, en los niños.

Más allá de la historia de una niñera fotógrafa -que puede fácilmente ser reducida a anécdota o reclamo publicitario-, esta paseante indiscreta, con su cámara colgada al cuello, parece decirme que , que siempre ha sido así. Vivian Maier se retrata en la vitrina de un comercio; fotografía su sombra alargada en la hierba; el reflejo minúsculo en la circunferencia de un reloj; pero, también, se miraba en la gente a la que sorprendía su cámara en la calle. «Vivian Maier estuvo aquí», dice -una y otra vez- la Vivian Maier que imagino.

vivian maierVivian Maier

Puede verse gran parte de su trabajo aquí

holograma

andreas-gursky-rhein-iiAndreas Gursky, Rhein II, 1999

TOMÁS.- Asel.

ASEL.- ¿Qué?

TOMÁS.- ¿Nunca te has preguntado si todo esto es… real?

ASEL.- ¿La cárcel?

TOMÁS.- Sí.

ASEL.-  ¿Quieres volver a la Fundación?

TOMÁS.- Ya sé que no era real. Pero me pregunto si el resto del mundo lo es más… También a los de fuera se les esfuma de pronto el televisor, o el vaso que querían beber, o el dinero que tenían en la mano… O un ser querido… Y siguen creyendo, sin embargo, en su confortable Fundación… Y alguna vez, desde lejos, verán este edificio y no se dirán: es una cárcel. Dirán: parece una Fundación… Y pasarán de largo.

ASEL.- Así es.

TOMÁS.- ¿No será entonces igualmente ilusorio el presidio? Nuestros sufrimientos, nuestra condena…

ASEL.- ¿Y nosotros mismos?

TOMÁS.- (Desvía la vista) Sí. Incluso eso.

ASEL.- Todo, dentro y fuera, como un gigantesco holograma desplegado ante nuestras consciencias, que no sabemos si son nuestras, ni lo que son. Y tú un holograma para mí, y yo, para ti, otro… ¿Algo así?

TOMÁS.- Algo así.

ASEL.- Ya ves que lo he pensado. (LINO los miró, estupefacto, y aparta de sí con un desdeñoso manoteo tales lucubraciones para engolfarse en su cavilación. ASEL sonríe.) A Lino le parece una tontería… Pero yo sí lo he pensado.

TOMÁS.- Y si fuera cierto, ¿a qué escapar de aquí para encontrar la libertad o una prisión igualmente engañosa? [La única libertad verdadera sería destruir el holograma, hallar la auténtica realidad…, que está aquí también, si es que hay alguna… O en nosotros, estemos donde estemos… y nos pase lo que nos pase.]

ASEL.- (Después de un momento). No.

TOMÁS.- ¿Por qué no? (Largo silencio) ¿Por qué no, Asel?

ASEL.- Tal vez todo sea una inmensa ilusión. Quién sabe. Pero no lograremos la verdad que esconde dándole la espalda, sino hundiéndonos en ella. (Con una penetrante mirada.) Y  yo sé lo que te pasa en este momento.

TOMÁS.- (Trémulo.) ¿El qué?

ASEL.- No es que desprecies la evasión como otra fantasía, sino que te acobardan sus riesgos. No es desdén ante un panorama quizá ficticio, sino temor. Así, no vale. (LINO baja la cabeza. ASEL sonríe.) [Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar. No podemos despreciar las pequeñas libertades engañosas que anhelamos, aunque nos conduzcan a otra prisión… Volveremos siempre a tu Fundación, o a la de fuera, si las menospreciamos. Y continuarán los dolores, las matanzas…

TOMÁS.- Acaso ilusorias…

ASEL.- Eso se lo tendrías que preguntar a Tulio. Aunque sea otro holograma… al que ya han destruido.]

TOMÁS.- (Turbado.) [Perdona.] Mi fundación aún me tiene atrapado. (Se sienta.)

ASEL.- No, tú ya has salido de ella. Y has descubierto una gran verdad, aunque todavía no sea la definitiva verdad. [Yo la encontré hace años, cuando salí de una cárcel como ésta. Al principio, era un puro deleite: deambular sin trabas, beberme el sol, leer, disfrutar, engendrar un hijo… Pronto noté que estaba en otra prisión.] Cuando has estado en la cárcel acabas por comprender que, vayas donde vayas, estás en la cárcel. Tú lo has comprendido sin llegar a escapar.

TOMÁS.- Entonces…

ASEL.- ¡Entonces hay que salir a la otra cárcel! (Pasea.) ¡Y cuando estés en ella, salir a otra, y de ésta, a otra! La verdad te espera en todas, no en la inacción. Te esperaba aquí, pero sólo si te esforzabas en ver la mentira de la Fundación que imaginaste. Y te espera en el esfuerzo de ese oscuro túnel del sótano… En el holograma de esa evasión.

TOMÁS.-Me avergüenzo de haber delirado mal.

ASEL.- Estabas asustado… Te inventaste un mundo de color de rosa. No creas que demasiado absurdo… Estos presidios de metal y rejas también mejorarán. Sus celdas tendrán un día televisor, frigorífico, libros, música ambiental… A sus inquilinos les parecerá la libertad misma. Habrá que ser entonces muy inteligente para no olvidar que se es un prisionero.

(Pausa.)

TOMÁS.- Hay que discurrir algo para bajar los tres a los sótanos. Contigo al lado [me atreveré a todo.] Preferiré el túnel al paisaje.

ASEL.- (Le pone una mano en el hombro) Nunca olvides lo que voy a decirte. [Has soñado muchas puerilidades, pero] el paisaje que veías… es verdadero.

TOMÁS.- (No comprende.) También se ha borrado…

ASEL.- Ya lo sé. No importa. El paisaje sí era verdadero.

Antonio Buero Vallejo: fragmento de la parte segunda de La Fundación,  Espasa, Madrid, 2010, pp. 173-177

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Versión de La Fundación para Estudio 1 (Televisión española,1978) con dirección de José Osuna. Elenco: Francisco Valladares, Jesús Puente, Manuel Gallardo y José María Guillén.

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(A ti)

Lo pensé:

andreas-gursky-paris-montparnasse-1993Andreas Gursky , Paris Montparnasse, 1993

Pero me atrapó la imagen del Rin… la horizontalidad, la endiablada simetría del Rin, río que se dice a sí mismo río, cuyo nombre significa etimológicamente «fluir». Andreas Gursky tiene la habilidad de fotografiar lo monstruoso humano (aglomeraciones, mercancías, hacinamientos…). ¿Pero qué tiene de monstruoso? Que elige la simetría para disparar. En la fotografía desnuda del Rin, el río no fluye. Traido al plano humano, reconocemos qué significa esto.

una fotografía

otra fotografía