dispositivo de combate

Fotografía tomada por Man Ray (1929)

Gilles Deleuze.– Eso es una teoría: exactamente una caja de herramientas. No tiene nada que ver con un significante… Se precisa que valga, que funcione. Y no para sí misma. Si nadie puede utilizarla, empezando por el propio teórico que, entonces deja de ser un teórico, es que no vale nada o que no ha llegado su momento. No hay que volver a una teoría anterior, hay que hacer otra nueva, hay otras por hacer. Es curioso que haya sido un autor que pasa por ser un intelectual puro, Proust, quien lo haya dicho con tanta claridad: usad mi libro como unas gafas orientadas al exterior y, si no os ayudan, probad con otras, encontrad vosotros mismos vuestro dispositivo, que será necesariamente un dispositivo de combate. La teoría no se totaliza: se multiplica y multiplica. Es el poder el que produce por naturaleza totalizaciones y, como tú dices literalmente: la teoría está por naturaleza contra el poder. Cuando una teoría naufraga en tal o cual punto, pierde la oportunidad de tener la menor consecuencia práctica, a menos que explote necesariamente en un punto distinto. Por eso es tan estúpida e hipócrita la noción de reforma. O bien la elaboran personas que se pretenden representativas y hacen profesión de hablar por los demás, en nombre de ellos, y entonces es un dispositivo de poder, una distribución que se refleja en el recrudecimiento de la represión; o bien es una reforma reclamada, exigida por aquellos a quienes concierne, y entonces deja de ser una reforma para convertirse en una acción revolucionaria que, desde el fondo de su carácter parcial, está determinada a cuestionar la totalidad del poder y su jerarquía. Esto es claro en las cárceles: la más minúscula y modesta reivindicación de los presos basta para desinflar la reforma Pleven*. Si los niños pudieran llegar a hacer oír sus propuestas, o incluso sus preguntas, en una Guardería, ello bastaría para hacer estallar todo el sistema de enseñanza. En verdad, vivimos en un sistema que no puede soportar nada: de ahí su fragilidad radical en cada punto, al mismo tiempo que su potencia de represión global. A mi modo de ver, tú has sido el primero en enseñarnos algo fundamental, tanto en tus libros como en un dominio práctico: la indignidad que comporta hablar por los demás. Quiero decir: nos burlábamos de la representación, decíamos que había terminado, pero no extraíamos las consecuencias de esa conversión «teórica», es decir, que la teoría exigía que las personas afectadas hablasen finalmente, en la práctica, por su cuenta.

Michel Foucault.– Y cuando los presos se ponen a hablar tienen ellos mismos una teoría de la cárcel, de lo penal, de la justicia. Esta suerte de discurso contra el poder, este contra-discurso que mantienen los presos o los llamados delincuentes es lo que cuenta, y no una teoría de la delincuencia. (…)

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*Posteriormente al informe Schmelck sobre las revueltas de Toul, las reformas de Pleven iban dirigidas a mejorar las condiciones de los presos: cantinas, paseos, etcétera.

Gilles Deleuze: Los intelectuales y el poder en La isla desierta y otros textos. Textos y entrevistas (1953-1974), Pre-textos, Valencia, Trad. de José Luis Pardo, pp.269-270

siempre

Man Ray. Abat-jour (1919-1959)

. . . Un grito en medio de la multitud,
Mi propia voz, sonora, arrolladora y definitiva.

Venid, hijos míos,
Venid, mis muchachos y muchachas, mis mujeres, parientes y amigos íntimos,
El músico muestra ahora su nervio . . . ha practicado el preludio en sus flautas interiores.

¡Acordes fácilmente escritos con ágiles dedos! Siento la resonancia de su clímax y de su final.

Mi cabeza gira sobre mi cuello,
Resuena la música, pero no de órgano . . . la gente me rodea, pero no los conozco.

Siempre la tierra dura y resistente,
Siempre los comilones y bebedores . . . siempre el sol naciente y poniente . . . siempre el aire y las continuas mareas.
Siempre yo y mis vecinos, amables, perversos y reales,
Siempre la vieja pregunta sin respuesta . . . siempre esa espina en el pulgar, ese aliento de envidias y de sed,
¡Siempre la burla del chismoso!, hasta que descubrimos dónde se oculta el astuto y lo forzamos a salir;
Siempre el amor . . . siempre el sollozante fluir de la vida,
Siempre el vendaje bajo la barbilla . . . siempre el caballete de la muerte.

Por todas partes los que caminan con monedas en los ojos,
Para aplacar la voracidad del vientre, se alimentan libremente del cerebro,
Toman, compran o venden entradas, pero ni una sola vez van a la fiesta,
Son muchos los que sudan, aran, trillan y reciben luego la paja en pago,
Y son pocos los que poseen, no hacen nada y reclaman continuamente el trigo.

Ésta es la ciudad . . . y yo soy uno de sus ciudadanos;
Todo lo que le interesa a los demás me interesa . . . la política, la iglesia, la prensa y las escuelas,
Las sociedades de beneficiencia, mejoras, bancos, tarifas, vapores, fábricas, mercados.
Surtidos, tiendas, bienes muebles e inmuebles.

Los llorones y charlatanes con levita y cuello de pajarita . . . sé muy bien quiénes son . . . y que no son gusanos ni pulgas,
Reconozco los dobles de mí mismo bajo el disfraz de estos labios arañados y piernas de alambre.

El más débil y el más superficial es inmortal conmigo,
Lo que hago y digo ellos lo harán igualmente,
Cada pensamiento que se agita en mí, el mismo se agita en ellos.

Conozco perfectamente bien mi propio egoísmo,
y conozco mis palabras omnívoras, pero no puedo dejar de decirlas,
Y quisiera llevarte, quienquiera que seas, a mi propio nivel.

Mis palabras son palabras que preguntan y hablan de realidad;
Este libro impreso y encuadernado . . . pero, ¿y el impresor y el muchacho de la imprenta?
Y la dote y los acuerdos matrimoniales . . . pero, ¿y el cuerpo y la mente del novio y los de la novia?
El panorama del mar . . . pero, ¿y el mar mismo?
Las fotografías bien tomadas . . . pero, ¿y tu mujer o tu amigo fuertemente apretados en tus brazos?
La flota de buques de pasajeros y todas las mejoras modernas . . . pero, ¿y la astucia y el coraje del almirante?
Los platos, el precio y los muebles . . . pero, ¿el huésped y la huésped y la mirada de sus ojos?
El cielo allá arriba . . . pero, ¿y aquí, en la casa de al lado o al otro lado de la calle?
Los santos y los sabios de la historia . . . pero, ¿y tú mismo?
Los sermones, doctrinas y la teología . . . pero, ¿y el cerebro humano y lo que llamamos razón, lo que llamamos amor, lo que llamamos vida?

 

*

 

A call in the midst of the crowd,
My own voice, orotund sweeping and final.

Come my children,
Come my boys and girls, my women and household and intimates,
Now the performer launches his nerve . . . he has passed his prelude on the reeds within.

Easily written loosefingered chords! I feel the thrum of your climax and close.

My head evolves on my neck,
Music rolls, but not from the organ . . . folks are around me, but they are no household of mine.

Ever the hard unsunk ground,
Ever the eaters and drinkers . . . ever the upward and downward sun . . . ever the air and the ceaseless tides,
Ever myself and my neighbors, refreshing and wicked and real,
Ever the old inexplicable query . . . ever that thorned thumb-that breath of itches and thirsts,
Ever the vexer’s hoot! hoot! till we find where the sly one hides and bring him forth,
Ever love . . . ever the sobbing liquid of life,
Ever the bandage under the chin . . . ever the trestles of death.

Here and there with dimes on the eyes walking,
To feed the greed of the belly the brains liberally spooning,
Tickets buying or taking or selling, but in to the feast never once going,
Many sweating and ploughing and thrashing, and then the chaff for payment receiving,
A few idly owning, and they the wheat continually claiming.

This is the city . . . and I am one of the citizens;
Whatever interests the rest interests me . . . politics, wars, markets, newspapers, schools,
Benevolent societies, improvements, banks, tariffs, steamships, factories, markets,
Stocks and stores and real estate and personal estate.

They who piddle and patter here in collars and tailed coats . . . I am aware who they are . . . and that are not worms or fleas,
I acknowledge the duplicates of myself under all the scrape-lipped and pie-legged concealments.

The weakest and shallowest is deathless with me,
What I do and say the same waits for them,
Every thought that flounders in me the same flounders in them.

I know perfectly well my own egotism,
And know my omnivorous words, and cannot say any less,
And would fetch you whoever you are flush with myself.

My words are words of a questioning, and to indicate reality;
This printed and bound book . . . but the printer and the printing-office boy?
The marriage estate and settlement . . . but the body and mind of the bridgeroom? also those of the bridge?
The panorama of the sea . . . but the sea itself?
The well-taken photographs . . . but your wife or friend close and solid in your arms?
The fleet of ships of the line and all the modern improvements . . . but the craft and pluck of the admiral?
The dishes and fare and furniture . . . but the host and hostess, and the look out of their eyes?
The sky up there . . . yet here or next door or across the way?
The saints and sages in history . . . but you yourself?
Sermons and creeds and theology . . . but the human brain, and what is called reason, and what is called love, and what is called life?

 

Walt Whitman: Canto a mí mismo, parte 42, en Hojas de hierba, Alianza editorial, Madrid, Trad. de Manuel Villar Raso, 1995, 174-179

 

 

teorema

Man Ray - Le pont brisé, 1936Man Ray: Le pont brisé (1936)

7

Si un volumen, únicamente, un volumen agranda o empequeñece la astronomía del poema, incendiad el poema, no el volumen, degollad el poema porque no aguantó el desorden necesario a la colosal aritmética de lo pitagórico, lo geométrico, lo matemático, lo filosófico —en el teorema expresivo-inexpresable—; ¿sobre la forma?, ¿una forma?, ¿una ley?, ¿una voz?, ¿una luz?, ¿un régimen o un vértice?, ¿un ritmo índice adentro de la libertad numérica del arte?, incendiad el poema, degollad el poema; el porvenir del canto, su destino innumerable y único, exige que giren todos los elementos épicos alrededor de su eje astronómico, amarrándose a esa justicia, a esa presencia, a esa cordura que es el poema, el porvenir del canto, su destino innumerable y único, exige que giren todos los elementos épicos alrededor de su eje astronómico, amarrándose a esa justicia, a esa presencia, a esa cordura que deviene lo absoluto, límite del límite, arte, lo exacto, lo exactísimo, arte, lo dinámico-trágico e inmóvil.

Pablo de Rokha: Ecuación (Canto de la fórmula estética, 1927-29), en Antología, Visor, Madrid, 1991, pp. 108-109

tablero

Man Ray - Shadow Drawings, ca. 1970Man Ray: Shadow Drawings (hacia 1970)

…El Gran Khan trataba de ensimismarse en el juego: pero ahora el porqué del juego era lo que se le escapaba. El fin de cada partida es una victoria o una derrota: ¿pero de qué? ¿Cuál era la verdadera baza? En el jaque mate, bajo el pie del rey destituido por la mano del vencedor, queda la nada: un cuadrado blanco y negro. A fuerza de descarnar sus conquistas para reducirlas a la esencia, Kublai había llegado a la operación extrema: la conquista definitiva, de la cual los multiformes tesoros del imperio no eran sino apariencias ilusorias, se reducía a una tesela de madera cepillada.

Entonces Marco Polo habló:

‒Tu tablero, sire, es una taracea de dos maderas: ébano y arce. La tesela en la que se fija tu mirada luminosa fue tallada en un estrato del tronco que creció durante un año de sequía: ¿ves cómo se disponen las fibras? Aquí se distingue un nudo apenas insinuado: una yema trató de despuntar un día de primavera precoz, pero la helada noche la obligó a desistir el Gran Khan no había advertido hasta ese momento que el extranjero supiera expresarse con tanta fluidez en su lengua, pero no era esto lo que le pasmaba. Aquí hay un poro más grande: tal vez el nido de una larva; no de carcoma, porque apenas nacido hubiera seguido excavando, sino de una oruga que royó las hojas y fue la causa de que se eligiera el árbol para talarlo… Este borde lo talló el ebanista con su gubia para que se adhiriera al cuadrado vecino que sobresalía…

La cantidad de cosas que se podían leer en un trocito de madera liso y vacío abismaba a Kublai; Polo le estaba hablando ya de los bosques de ébano, de las balsas de troncos que descienden los ríos, de los atracaderos, de las mujeres en las ventanas…

Italo Calvino: Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, trad. de Aurora Bernárdez, 2013, pp. 140-141

la obra

Man Ray- Indicateur, 1952Man Ray: Indicateur (1952)

Cfr. Marco Aurelio: «En todas partes en que se pueda vivir, se puede vivir bien.»
«Lo que detiene una obra proyectada se convierte en la obra misma.»

Lo que cierra el paso abre el camino.

Albert Camus: Carnets, (Cuaderno III, Abril de 1939-Febrero de 1942), Alianza, Madrid, Trad. de Mariano Lencera, 2014, p. 195

 

realidad

Man Ray- Objeto indestructible
Man Ray, Objeto indestructible*

«Todo lo que pueda decir acerca del amor ha sido ya dicho. Huida, instante, abandono, donación… Creer que repitiéndolo lo reinvento es un consuelo que no puede satisfacer. Sé que, en el fondo, no podré salir de la trivialidad. Más exactamente: sé que tengo que salir de ella para volver a ella. Con el peligro de caer en el ridículo. Porque toda carta de amor tiene que ser necesariamente ridícula. La trivialidad, que se mantiene a lo largo del tiempo, ha sido hoy recubierta con la obviedad. Cuando las referencias se han venido abajo en esta noche del siglo, el amor resulta ser la última instancia productora de sentido. Más necesario que nunca y, a la vez, imposible en una sociedad construida sobre lo efímero. Todos queremos amar y ser amados, y si no es así nos sentimos profundamente desgraciados. El amor es una de las caras de la movilización total de la vida por lo obvio. Como tal contribuye a crear esta realidad en la que sobrevivimos. La obviedad, que es el peso de la realidad, debe ser destruida, para poder alcanzar la verdad del amor que subsiste en su trivialidad.
(…)
Hablar de amor exige inventar un lenguaje.
(…)
El amor da más realidad.»

Santiago López Petit: Amar y Pensar: El odio del querer vivir, Bellaterra, Barcelona, 2005 65-71

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*En  1923 Man Ray tituló a esta obra Objeto para ser destruido; más tarde cambió el título por Objeto de destrucción; finalmente, en 1963, la tituló Objeto indestructible. No sólo el título de la obra cambió.