František Kupka: Estudio para el lenguaje de las verticales (1911)
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Es en este paso, exhaustivo y sin residuo, de la totalidad de lo visible a la estructura de conjunto de lo enunciable donde se cumple al fin este análisis significativo de lo percibido, que la arquitectura ingenuamente geométrica del cuadro no llegaba a asegurar. Es la descripción, o más bien la labor implícita del lenguaje, en la descripción que autoriza la transformación del síntoma en signo, el paso del enfermo a la enfermedad, el acceso de lo individual a lo conceptual. Y allí se anuda, por las virtudes espontáneas de la descripción, el vínculo entre el campo aleatorio de los acontecimientos patológicos y el dominio pedagógico en el cual éstos formulan el orden de su verdad. Describir es seguir el ordenamiento de las manifestaciones, pero es también seguir la secuencia inteligible de su génesis; es ver y saber al mismo tiempo, ya que al decir lo que se ve, se lo integra espontáneamente en el saber; es también aprender a ver, ya que es dar la clave de un lenguaje que domina lo invisible. La lengua bien hecha, en la cual Condillac y sus sucesores veían el ideal del conocimiento científico, que no debe buscarse, por lo tanto, como lo han hecho con demasiada prisa algunos médicos (18), del lado de una lengua de los cálculos, sino del lado de esta lengua mesurada que es a la vez la medida de las cosas que describe y del lenguaje en el cual las describe. Es menester, por consiguiente, sustituir el sueño de una estructura aritmética del lenguaje médico por la búsqueda de una cierta medida interna hecha de fidelidad y de firmeza, de apertura primera y absoluta sobre las cosas y de rigor en el uso reflexivo de los valores semánticos. “El arte de describir los hechos es el arte supremo en medicina; todo palidece ante él.” (19)
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(18) Cf. supra. cap. VI (Ph. Pinel, Nosographie philosophique)
(19) Amard, Asociation intellectuelle (Paris, 1821), t. I, p.61.
Michel Foucault: El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI, Madrid, trad. de Francisca Perujo, 2007, p.157