la bolsa

@archillect (2017)

MEDIODÍA, casi medianoche

 

Has servido «una sopa» y nada más. Pero

no hay «nada más»

difícilmente consigues tragar ese caldo; es un líquido

de moléculas con tan poca cohesión que se adaptan a la forma de la cavidad que las contiene, y tienden siempre a ponerse a nivel

turbio en el que flotan trozos de pato salvaje y

líquido encerrado en el amnios, rodeado de

tripas mal limpiadas…

Preparo la bolsa roja con la ropa justa por si me laberinto sin regreso, pero

Está lejos de resultar sabroso.

¿Quién, en qué circunstancia, amaría todo esto?

.

Intervención sobre una mención. Texto base: En Siberia, de Anton Chéjov (citado en Un sendero nuevo a la cascada, de Raymond Carver, Madrid, Visor, 2008, p. 89)

nada más

Joan Miró- Pintura (Cabeza y araña) 1925Joan Miró: Pintura (Cabeza y araña), 1925

Esta mañana

Esta mañana pasaba algo. Un poco de nieve
en el suelo. El sol flotaba en un cielo
azul claro. El mar era azul, y azul verdoso,
hasta donde alcanzaba la vista.
Escasamente agitado. Tranquilo. Me vestí y fui
a dar un paseo –decidido a no volver
hasta coger lo que la naturaleza tenía que ofrecer.
Pasé junto a unos árboles viejos, abatidos.
Crucé un prado salpicado de piedras
donde se amontonaba la nieve. Seguí
hasta llegar al acantilado.
Desde allí miré el mar, y el cielo, y
las gaviotas revoloteando sobre la blanca playa
allá abajo. Todo encantador. Todo bañado por una fría
y pura luz. Pero, como siempre, mis pensamientos
empezaron a dispersarse. Tuve que obligarme
a ver lo que estaba viendo
y nada más. Tuve que decirme esto es lo que
importa y nada más. (¡Y lo estuve viendo,
durante un minuto o dos!) Durante un minuto o dos
eso se impuso sobre las meditaciones habituales acerca de
lo que estaba bien y lo que estaba mal –deber,
tiernos recuerdos, ideas de muerte, de cómo debería tratar
a mi antigua mujer. Todas las cosas
que esperaba que se fueran esta mañana.
Las que vivo cada día. Las que
he pisoteado para seguir vivo.
Pero durante un minuto o dos me olvidé
de mí mismo y de todo lo demás. Sé que lo hice.
Pues cuando me di la vuelta, no sabía
dónde estaba. Hasta que algunos pájaros se alzaron
de los nudosos árboles. Y se alejaron volando
en la dirección que yo necesitaba.

Raymond Carver: Bajo una luz marina, Visor, Madrid, traducción Mariano Antolín Rato, 2005, pp.33-34

*

This Morning

This morning was something. A little snow
lay on the ground. The sun floated in a clear
blue sky. The sea was blue, and blue-green,
as far as the eye could see.
Scarcely a ripple. Calm. I dressed and went
for a walk — determined not to return
until I took in what Nature had to offer.
I passed close to some old, bent-over trees.
Crossed a field strewn with rocks
where snow had drifted. Kept going
until I reached the bluff.
Where I gazed at the sea, and the sky, and
the gulls wheeling over the white beach
far below. All lovely. All bathed in a pure
cold light. But, as usual, my thoughts
began to wander. I had to will
myself to see what I was seeing
and nothing else. I had to tell myself this is what
mattered, not the other. (And I did see it,
for a minute or two!) For a minute or two
it crowded out the usual musings on
what was right, and what was wrong — duty,
tender memories, thoughts of death, how I should treat
with my former wife. All the things
I hoped would go away this morning.
The stuff I live with every day. What
I’ve trampled on in order to stay alive.
But for a minute or two I did forget
myself and everything else. I know I did.
For when I turned back i didn’t know
where I was. Until some birds rose up
from the gnarled trees. And flew
in the direction I needed to be going.

mi barco

Cráter del Monte Erebus, AntártidaCráter del Monte Erebus, Antártida

Mi barco

Mandé hacer mi barco por encargo. Sale justo ahora
de las manos de sus constructores. Ya le he reservado un lugar especial
en el puerto deportivo. Va a tener unas cuantas habitaciones
para todos mis amigos. Richard, Bill, Chuck,Toby, Jim, Hayden,
Gary, Jay, Morris y Alfredo. Todos mis amigos. Ellos saben
quienes son.
Tess, también, desde luego. No iría a ninguna parte sin ella.
Y Kristina, Ferry, Catherine, Diane, Sally, Annick, Par,
Judith, Susie, Lynne, Annie, Jane, Mona.
Doug y Amy. Son de la familia pero también amigos,
y les gusta divertirse. Habrá una habitación en mi barco
para todos ellos. ¡Hablo en serio!
También habrá sitio en mi barco para sus historias.
Para las mías y para las de mis amigos.
Para las cortas y para las que nunca se acaban. Para las reales
y las inventadas. Para las que estén escribiendo y para las que hayan acabado.
Y también para los poemas. Poemas líricos y narrativos.
Para mis amigos pintores, habrá pinturas y lienzos a bordo.
Habrá pollo frito, carne para el almuerzo, quesos, bocadillos,
pan francés. Todo lo que nos gusta a mis amigos y a mí.
También tendremos una enorme cesta de fruta, por si alguien quiere fruta.
Por si alguien quiere contar por ahí que comió una manzana
o unas uvas en mi barco. Con sólo pedirlo,
tendrán todo lo que quieran. Toda clase de soda.
Cerveza y vino, seguro. A nadie se le negará nada
en mi barco.
Saldremos del puerto soleado y a divertirse, ése es el plan.
Se trata de pasárnoslo bien todos juntos, sin más. No pensar
en esto o en aquello, lo que tenemos que hacer o lo que hemos hecho.
Habrá cañas de pesca, por si alguien quiere pescar. ¡Los peces saltan a la vista!
De hecho, podemos acercarnos a la costa un poco,
pero sin correr peligro, nada serio.
La idea es divertirnos sin llevar ningún susto.
Comeremos, beberemos y nos reiremos un montón en mi barco.
Siempre he querido hacer un viaje así,
con mis amigos, en mi barco. Si nos apetece
escucharemos a Schumann en la CBC.
Pero si no resulta, pues nada,
sintonizaremos la KRAB y escucharemos a The Who y los Rolling Stones.
Lo que les haga más felices. Puede que todos
tengan su propia radio en mi barco. Sea como sea,
nos lo pasaremos bien. La gente se va a divertir
y va a hacer lo que quiera en mi barco.

Raymond Carver, Mi barco, en Todos Nosotros, Bartleby Editores, Trad. Jaime Priede, Madrid, 2007,  pp.103-105

pájaros

Joan Miró - Mujer y pájaro ante el sol (1942)Joan Miró Mujer y pájaro ante el sol (1942)

El mercado de pájaros

 

No se engaña al aficionado a los pájaros. Ve y

entiende a su pájaro desde lejos -«No hay que confiar en

ese pájaro»- dirá un aficionado a los pájaros,

mirando dentro del pico de un chamariz, y contando las plumas

de su cola. «Canta, es cierto, pero ¿qué

indica? También yo canto en compañía. No, muchacho, canta

sin ninguna compañía; canta en soledad si

es que puedes… ¡Dame

el que está callado!»

Anton Chéjov, El mercado de pájaros

(en Un sendero nuevo a la cascada, de Raymond Carver, Visor, Madrid, p. 95)

.

Olivier Messiaen, L’abîme d’oiseaux, Quatuor pour la fin du temps (1941)

devenires (ii)

en los ojos del caracol para siempre abiertos los ojos de Raymond Carver

Caracol

fotografía: Adam Voorhes

Raymond Carver

(25 de mayo de 1939 — 2 de agosto de 1988)

PARA SIEMPRE

A la deriva en una nube de humo,

sigo la raya que en el suelo del jardín deja un caracol

hasta el muro de piedra.

Solamente al final me acuclillo, veo

lo que hay que hacer y, de repente,

me adhiero a la piedra húmeda

Empiezo a mirar lentamente alrededor

y a escuchar, utilizando para ello

mi cuerpo entero como el caracol

utiliza el suyo, relajado, pero alerta.

¡Atención! Esta noche es un hito

en mi vida. Después de esta noche,

¿cómo podré volver a mi

vida anterior? Mantengo los ojos fijos

en las estrellas, les hago señales

con mis antenas. Me sujeto bien

durante horas, descansando sin más.

Más tarde, la pena comienza

a gotear en mi corazón.

Recuerdo que mi padre está muerto,

y que me voy a ir pronto

de esta ciudad. Para siempre.

Adiós, hijo, dice mi padre.

Casi al amanecer, bajo

y vuelvo errabundo a casa.

Todavía están esperándome,

el espanto aletea en sus rostros

cuando se encuentran con mis nuevos ojos por primera vez.

Raymond Carver, Todos Nosotros, Bartleby Editores, Madrid, 2007, p.62-63

*

FOREVER

Drifting outside in a pall of smoke,
I follow a snail’s streaked path down
the garden to the garden’s stone wall.
Alone at last i squat on my heels, see

what needs to be done, and suddenly
affix myself to the damp stone.
I begin to look around me slowly
and listen, employing

my entire body as the snail
employs its body, relaxed, but alert.
Amazing! Tonight is a milestone
in my life. After tonight

how can I ever go back to that
other life? I keep my eyes
on the stars, wave to them
with my feelers. I hold on

for hours, just resting.
Still later, grief begins to settle
around my heart in tiny drops.
I remember my father is dead,

And I am going away from this
town soon. Forever.
Goodbye son, my father says.
Towards morning, I climb down

and wander back into the house.
They are still waiting,
fright slashed on their faces,
as they meet my new eyes for the first time.

snails world

Anatema, Raymond Carver

Raymond Carver

ANATEMA

La familia entera sufría.
Mi mujer, yo mismo, los dos niños, y la perra
cuyos cachorros nacieron muertos.
Nuestros asuntos, como siempre, iban mal.
A mi mujer la dejó su amante,
el profesor de música manco que era
su único contacto con el mundo exterior.
Mi propia novia dijo que no podía aguantar
más, y volvió con su marido.
El agua estaba cortada.
Todo aquel verano la casa se cocía.
Los ciruelos se habían secado.
Nuestro arriate de flores estaba pisoteado.
Al coche se le estropearon los frenos, y la batería
fallaba. Los vecinos dejaron de hablarnos
y nos cerraron la puerta en las narices.
Los de las tiendas nos devolvían los cheques
y luego dejaron de traernos el correo.
Sólo el sheriff pasaba
de vez en cuando- con uno u otro
de nuestros hijos en el asiento de atrás,
rogando que no los dejásemos solos.
Y luego a la casa entraron ratones a miles.
Seguidos por una serpiente cornuda. Mi mujer
se la encontró tomando el sol en el cuarto de estar
junto al televisor estropeado. Lo que hizo con ella
es otra cuestión. Le cortó la cabeza
allí mismo en el suelo.
Y luego la cortó en dos cuando siguió
retorciéndose. Vimos que no podríamos resistir
más. Estábamos hundidos.
Queríamos ponernos de rodillas
y decir perdónanos nuestros pecados, perdónanos
la vida. Pero era demasiado tarde.
Demasiado tarde. Nadie querría escuchar.
Tuvimos que ver cómo se venía abajo la casa,
el suelo se abría en dos, y luego
nos dispersamos en las cuatro direcciones.

R. Carver, Bajo una luz marina, Ed.Visor.