Rosario de Velasco: Adán y Eva (1932)
…
…y los forasteros no existen. Solo existen versiones de nosotros mismos; muchas de ellas no las hemos suscrito, de la mayoría deseamos protegernos. Y es que el forastero no es extranjero, sino aleatorio; no es algo ajeno, sino recordado, y es la aleatoriedad del encuentro con las versiones de nosotros mismos que ya conocemos (aunque no las reconozcamos como tales) lo que provoca una oleada de alarma. Eso nos lleva a rechazar la figura y las emociones que despierta, en especial cuando esas emociones son profundas. Es también lo que nos empuja a querer poseer, gobernar y administrar al Otro. A idealizarlo, si podemos, para que vuelva a nuestros propios espejos. En cualquiera de esos casos (la alarma o la falsa veneración), le negamos su condición de persona, la individualidad específica que exigimos para nosotros.
Toni Morrison: El origen de los otros, Lumen, Barcelona, 2018, Trad. de Carlos Mayor, pp.49-50