entre todos

Joan Miró: A Paul Eluard (1973)

AUTORRETRATO

Al despertar
tuve la idea de despertar.

Duró un instante y, ya despierto, yo
había perdido mi despertar y volvía a ser
lo que escribo.

El entresueño.

El entre todos.

Lo que no sale
del huevo humano
y en soledad, latente,
ahí perpetúa
su evolución.

Las numerosas:
las olorosas páginas.


Fogwill: Poesía completa, Alfaguara, Barcelona, 2017, p. 443

esa luz secreta

Joan Miró: Femme (1977)

Pintaba un día, el negro había invadido la tela por completo, sin formas, sin contrastes, sin transparencias.
En ese extremo vi de alguna manera la negación del negro.
Las diferencias de textura reflejaban la luz con más o menos debilidad, y de la sombra emanaba una claridad, una luz pictórica, cuyo poder emocional particular animaba mi deseo de pintar. Mi instrumento ya no era el negro, sino esa luz secreta procedente del negro.

Pierre Soulages, citado en Delphine De Vigan: Nada se opone a la noche, Anagrama, Barcelona, Trad. de Juan Carlos Durán, 2013, p. 9

las amarras

Joan Miró: ‘Peinture (femme, tige, coeur)’ (1925)

Los fragmentos de la noche

Cómo aislar los fragmentos de la noche
para apretar algo con las manos,
como la liebre penetra en su oscuridad
separando dos estrellas
apoyadas en el brillo de la yerba húmeda.
La noche respira en una intocable humedad,
no en el centro de la esfera que vuela,
y todo lo va uniendo, esquinas o fragmentos,
hasta formar el irrompible tejido de la noche,
sutil y completo como los dedos unidos
que apenas dejan pasar el agua,
como un cestillo mágico
que nada vacío dentro del río.
Yo quería separar mis manos de la noche,
pero se oía una gran sonoridad que no se oía,
como si todo mi cuerpo cayera sobre una serafina
silenciosa en la esquina del templo.
La noche era un reloj no para el tiempo
sino para la luz,
era un pulpo que era una piedra,
era una tela como una pizarra llena de ojos.
Yo quería rescatar la noche
aislando sus fragmentos,
que nada sabían de un cuerpo,
de una tuba de órgano
sino la sustancia que vuela
desconociendo los pestañeos de la luz.
Quería rescatar la respiración
y se alzaba en su soledad y esplendor,
hasta formar el neuma universal
anterior a la aparición del hombre.
La suma respirante
que forma los grandes continentes
de la aurora que sonríe
con zancos infantiles.
Yo quería rescatar los fragmentos de la noche
y formaba una sustancia universal,
comencé entonces a sumergir
los dedos y los ojos en la noche,
le soltaba todas las amarras a la barcaza.
Era un combate sin término,
entre lo que yo le quería quitar a la noche
y lo que la noche me regalaba.
El sueño, con contornos de diamante,
detenía a la liebre
con orejas de trébol.
Momentáneamente tuve que abandonar la casa
para darle paso a la noche.
Qué brusquedad rompió esa continuidad,
entre la noche trazando el techo,
sosteniéndolo como entre dos nubes
que flotaban en la oscuridad sumergida.
En el comienzo que no anota los nombres,
la llegada de lo diferenciado con campanillas
de acero, con ojos
para la profundidad de las aguas
donde la noche reposaba.
Como en un incendio,
yo quería sacar los recuerdos de la noche,
el tintineo hacia dentro del golpe mate,
como cuando con la palma de la mano
golpeamos la masa de pan.
El sueño volvió a detener a la liebre
que arañaba mis brazos
con palillos de aguarrás.
Riéndose, repartía por mi rostro
grandes cicatrices.

Lezama Lima

capital

Joan Miró- Femme et oiseaux devant la lune , echelle de l´evasion (1980)Joan Miró: Femme et oiseaux devant la lune, echelle de l´evasion (1980)

Une capitale n’est pas absolutament nécessaire à l’homme.

El hombre no necesita en absoluto una capital.

 

Étienne Pivert de Senancour, citado en Walter Benjamin: Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo, en Obras, libro I/ vol.2, Abada, Madrid, Trad. de Alfredo Brotons Muñoz, 2012, p.90

decir no

Joan Miró- Femme, Echelle de L'Evasion, 1977Joan Miró: Femme, Echelle de L’Evasion (1977)

Que quizás nuestra vida era el sueño de la vida real que se continuaba cada noche de sueño en sueño. Y, si no podíamos concebirla y descodificarla, tendría la culpa nuestra propia lógica, nuestra educación adaptada a una mala tradición que dejaba atrás la parte más noble de nosotros mismos. Nuestra empresa era rebelarnos, decir no, y extender nuestras manos sobre todos los Misterios. Qué hermoso. Mi cama se hacía más ligera y Karyotakis muy lejano, pequeñísimo, como si lo viese por la parte opuesta de unos anteojos.

Un asentamiento en toda la superficie del mundo, desde antiguas costumbres y prejuicios, nos privaba de la alegría de entrar en contacto con las cosas y de relacionarlas libremente, como pedían nuestros deseos más ocultos aunque no se atrevieran a confesarlo. Seguramente debería existir cualquier otro camino, paralelo al camino de la lógica, que si se emprendía con ánimo podía conducir muy lejos, a terrenos insospechados, en donde todo sería posible y realizable. Quién sabe. Puede que sonriamos con lo que veíamos hasta ahora como inescrutable y nos llenaba de angustia. Y puede que la muerte adquiriese entonces su otro sentido, el verdadero. La anulación colectiva de las particularidades que habíamos aprendido a dar a las cosas, nos otorgaría el derecho de sentar a la realidad en un taburete. El Amor, la Poesía, el Amor y la Poesía inseparablemente, debían darnos el ejemplo. Sobrepasar las barreras que levantan la fatuidad, la lengua, la sintaxis, las cadenas de una mediocre y estúpida sociedad. Dentro y más allá del orden lógico, sobre e independientemente del tiempo, en una duración interminable, pasaba una voz secreta. He aquí la misión del poeta: hacer sensible, aunque sea por un momento, la presencia de la poesía. En los siglos pasados, los espíritus más agudos, desde Heráclito hasta Sade y hasta Rimbaud, sin saberlo, lo habían conseguido. En momentos de perfecto desarme de toda preocupación estética y de absoluta sumisión a los Misterios, se había concebido la voz Surrealista. Y esa voz existirá siempre y sonará para todos.

Odysseas Elytis: Crónica de una década, Fundación Cultura y Progreso, Córdoba, Trad. de Jose Antonio Moreno Jurado, 1989, pp.49-50

enseñanza

Joan Miró- Untitled, 1949Joan Miró: Untitled (1949)

La enseñanza de la araña no es para la mosca.

L’enseignement de l’araignée n’est pas pour la mouche.

Rebanadas de saber / Tranches de savoir (fragmento)

Henri Michaux: de Frente a los cerrojos (1954), en Antología Poética 1927-1986, edición bilingüe, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, trad. de Silvio Mattoni, 2002, p. 169

tinta

Joan Miró- Invention of Fire (1960)Joan Miró: Invention of Fire (litografía, 1960)

SOMBRA

De nuevo estáis aquí a mi lado
Recuerdos de mis compañeros muertos en la guerra
La oliva del tiempo
Recuerdos que no sois más que uno solo
Como cien pieles que no forman más que un manto
Como esos miles de heridas que no son más que un artículo de periódico
Apariencia impalpable y sombría que has apresado
La forma cambiante de mi sombra
Un indio al acecho durante la eternidad
Sombra te arrastras junto a mí
Pero ya no me oyes
No conocerás más los hermosos poemas que canto
Mientras yo te oigo aún te veo
Destino
Sombra múltiple que el sol te guarde
A ti que me amas lo suficiente para no abandonarme nunca
Y que danzas al sol sin levantar polvo
Sombra tinta del sol
Escritura de mi vida
Arcón de penas
Un dios que se humilla

Guillaume Apollinaire: Caligramas, Poemas de la Paz y de la Guerra (1913-1916), en Antología, Visor, Madrid, trad. de Manuel Álvarez Ortega, 2007, p. 68

OMBRE

Vous voilà de nouveau près de moi
Souvenirs de mes compagnons morts à la guerre
L’olive du temps
Souvenirs qui n’en faites plus qu’un
Comme cent fourrures ne font qu’un manteau
Comme ces milliers de blessures ne font qu’un article de journal
Apparence impalpable et sombre qui avez pris
La forme changeante de mon ombre
Un Indien à l’affût pendant l’éternité
Ombre vous rampez près de moi
Mais vous ne m’entendez plus
Vous ne connaîtrez plus les poèmes divins que je chante
Tandis que moi je vous entends je vous vois encore
Destinées
Ombre multiple que le soleil vous garde
Vous qui m’aimez assez pour ne jamais me quitter
Et qui dansez au soleil sans faire de poussière
Ombre encre du soleil
Ecriture de ma lumière
Caisson de regrets
Un dieu qui s’humilie

nada más

Joan Miró- Pintura (Cabeza y araña) 1925Joan Miró: Pintura (Cabeza y araña), 1925

Esta mañana

Esta mañana pasaba algo. Un poco de nieve
en el suelo. El sol flotaba en un cielo
azul claro. El mar era azul, y azul verdoso,
hasta donde alcanzaba la vista.
Escasamente agitado. Tranquilo. Me vestí y fui
a dar un paseo –decidido a no volver
hasta coger lo que la naturaleza tenía que ofrecer.
Pasé junto a unos árboles viejos, abatidos.
Crucé un prado salpicado de piedras
donde se amontonaba la nieve. Seguí
hasta llegar al acantilado.
Desde allí miré el mar, y el cielo, y
las gaviotas revoloteando sobre la blanca playa
allá abajo. Todo encantador. Todo bañado por una fría
y pura luz. Pero, como siempre, mis pensamientos
empezaron a dispersarse. Tuve que obligarme
a ver lo que estaba viendo
y nada más. Tuve que decirme esto es lo que
importa y nada más. (¡Y lo estuve viendo,
durante un minuto o dos!) Durante un minuto o dos
eso se impuso sobre las meditaciones habituales acerca de
lo que estaba bien y lo que estaba mal –deber,
tiernos recuerdos, ideas de muerte, de cómo debería tratar
a mi antigua mujer. Todas las cosas
que esperaba que se fueran esta mañana.
Las que vivo cada día. Las que
he pisoteado para seguir vivo.
Pero durante un minuto o dos me olvidé
de mí mismo y de todo lo demás. Sé que lo hice.
Pues cuando me di la vuelta, no sabía
dónde estaba. Hasta que algunos pájaros se alzaron
de los nudosos árboles. Y se alejaron volando
en la dirección que yo necesitaba.

Raymond Carver: Bajo una luz marina, Visor, Madrid, traducción Mariano Antolín Rato, 2005, pp.33-34

*

This Morning

This morning was something. A little snow
lay on the ground. The sun floated in a clear
blue sky. The sea was blue, and blue-green,
as far as the eye could see.
Scarcely a ripple. Calm. I dressed and went
for a walk — determined not to return
until I took in what Nature had to offer.
I passed close to some old, bent-over trees.
Crossed a field strewn with rocks
where snow had drifted. Kept going
until I reached the bluff.
Where I gazed at the sea, and the sky, and
the gulls wheeling over the white beach
far below. All lovely. All bathed in a pure
cold light. But, as usual, my thoughts
began to wander. I had to will
myself to see what I was seeing
and nothing else. I had to tell myself this is what
mattered, not the other. (And I did see it,
for a minute or two!) For a minute or two
it crowded out the usual musings on
what was right, and what was wrong — duty,
tender memories, thoughts of death, how I should treat
with my former wife. All the things
I hoped would go away this morning.
The stuff I live with every day. What
I’ve trampled on in order to stay alive.
But for a minute or two I did forget
myself and everything else. I know I did.
For when I turned back i didn’t know
where I was. Until some birds rose up
from the gnarled trees. And flew
in the direction I needed to be going.

el arco

Joan Miró- Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario (I) Joan Miró- Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario I (1968)

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.

-¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? –pregunta Kublai Kan.

-El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla –responde Marco-, sino por la línea del arco que ellas forman.

Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:

-¿Por qué me hablas de las piedras? Lo único que me importa es el arco.

Polo responde:

-Sin piedras no hay arco.

 

Italo Calvino: Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, Trad. Aurora Bernárdez, 2013, p.96

gracias, quienquiera que seas.